La
corrupción es igualmente importante entenderla como un arma política. Mantiene
unida a la elite de la sociedad, la que controla los medios de poder que van
desde el gobierno, los aparatos represivos (policía y militares), el sistema
educativo, los medios de comunicación y las iglesias.
Marca A. Gandásegui, h. / Para Con
Nuestra América
Desde
Ciudad Panamá
Los
gobiernos (o regímenes) se tambalean por causas internas. A menudo estas son
abanicadas por intereses de otros países, especialmente potencias militares. Al
contrario, también están los casos de gobiernos apoyados por potencias
extranjeras que no logran sostenerse y caen estrepitosamente. (Casos de Batista
en Cuba, 1959, y Somoza en Nicaragua, 1979, entre otros). Quizás el elemento
que se asocia más con el desmoronamiento de un régimen es la corrupción.
Quienes ocupan el poder una vez asociados con la corrupción se des-legitiman y
pierden toda base de apoyo para sostenerse.
Quienes
han escrito sobre la corrupción tienden a relacionar el problema con tres
causas. Por un lado, señalan – equivocadamente – que es propio de la
‘naturaleza humana’. En otras palabras, así somos y no hay algo que pueda
corregirlo. Por el otro, es una desviación en la conducta de quienes vivimos en
sociedades que normalmente rechazan este tipo de comportamiento. Un
planteamiento sin fundamento. Por último, hay quienes argumentan que la
corrupción es el resultado del sistema en que vivimos y su necesidad de
reproducirse.
Mario
Unda, sociólogo ecuatoriano, señala que el sistema económico en que vivimos es
corrupto por definición. Unda apunta a cinco causas de corrupción asociadas a
la economía. Primero, el enriquecimiento por medio de los sobornos en “un
período de recambio de elites políticos”. Popularmente se habla de ‘los nuevos
ricos’. Segundo, se puede hablar de los ‘ricos’ tradicionales que corrompen
todo lo que encuentran a su alrededor. La riqueza generada queda en manos de la
empresa que corrompe (mediante los sobreprecios) y ‘la coima va al
funcionario’.
En tercer
lugar, “cuando una empresa paga un soborno para obtener un contrato, ese pago
se convierte en una inversión destinada a desplazar y a sacar del juego a sus
competidores”. Cuarto, “la corrupción es uno de los mecanismos de la afirmación
y reproducción de las relaciones de dependencia”. En quinto lugar, la
corrupción es uno de los mecanismos más recurridos para asegurar el reparto del
plusvalor social entre el Estado y el capital privado”.
La
corrupción es igualmente importante entenderla como un arma política. Mantiene
unida a la elite de la sociedad, la que controla los medios de poder que van
desde el gobierno, los aparatos represivos (policía y militares), el sistema
educativo, los medios de comunicación y las iglesias. Según Unda, la función
política de la corrupción “está relacionada con la formación, la ampliación y
la reproducción de las elites políticas en la medida en que permite o facilita
el establecimiento y el mantenimiento de redes verticales y horizontales que
necesariamente se encuentran como sustrato de cualquier elite política. En su
funcionamiento se mezclan con relaciones de clientela que ofician de intermediarias
para el intercambio de beneficios (como el empleo, por ejemplo) por respaldo
político. En conjunto con otros mecanismos (mejora de sueldos, etc.), la
corrupción permite que la nueva elite se levante sobre su antigua posición
social y adquiera nuevas posiciones de privilegio”.
Según
Unda, “bien miradas las cosas, la corrupción es un mecanismo de mucha utilidad
en el establecimiento de las relaciones de cercanía cotidiana que se requieren
para la estabilización del bloque en el poder. Se trata de la presencia de
lazos invisibles a los ojos del común de los mortales. Otra función política de
la corrupción es prestarse para ser usada prácticamente en cualquier momento
por cualquier actor interesado. En tanto arma ampliamente disponible, la corrupción
ofrece - en momentos de crisis - chivos expiatorios fácilmente identificables
por la ira popular.
La
corrupción es parte de la lucha entre capitalistas y entre estos y otros
sectores de la sociedad por apropiarse de las riquezas que se producen en una
sociedad. En el caso de Panamá, es obvio que la enorme riqueza que generaron
los Tratados del Canal (Torrijos-Carter) de 1977, desató una lucha entre los
sectores productivos y rentistas del capital por el control de los aparatos de
gobierno (represión y reproducción). Cuando el Canal de Panamá se traspasó al
Estado panameño en 2000, la corrupción se hizo exponencial. Sin controles ni
regulaciones, la corrupción se convirtió en la herramienta para definir nuevas
alianzas entre los sectores dominantes. Los partidos políticos son las máscaras
que utilizan para presentarse en público y celebrar elecciones.
El bloque
en el poder (como lo llama UNDA) en Panamá ya no es el mismo que hace 25 años.
¿Podrá sostenerse o caerá des-legitimado?
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