La
derecha corrupta guatemalteca puesta en pie de guerra, ha encontrado en el
actual presidente, don Jimmy Morales, a su mascarón de proa. Éste, cuya
vocación de cómico de segunda categoría no le había permitido asumir
efectivamente la gobernanza del país, de pronto ha encontrado su segunda
vocación, la de portaestandarte de los grupos sociales más cuestionados.
Rafael Cuevas Molina / Presidente
AUNA-Costa Rica
El presidente Jimmy Morales y el alcalde Alvaro Arzú. |
En
Guatemala, los acontecimientos desencadenados por el desatino del presidente
Jimmy Morales al declarar non grato al comisionado Iván Velásquez de la CICIG,
están evidenciando cada vez con mayor claridad lo que a veces se encontraba
entre brumas.
Lo
primero que se ha perfilado nítidamente es que la derecha corrupta, esa que
hizo de la guerra de treinta años que asoló el país un negocio, está
terriblemente asustada. Y no es para menos, poco a poco las acciones de la
CICIG y el Ministerio Público de Guatemala se les han ido aproximando, y
algunos de sus más conspicuos representantes si no han caído, sienten que les
pisan los talones.
En segundo
lugar, ha salido con evidencia que esas fuerzas mafiosas han estado agazapadas
y atentas, prestas a defender a dentelladas los privilegios a los que se
sienten predestinados. En la semana que termina, han salido a dar muestras que
la bestia herida se retuerce pero está dispuesta a hacer uso de todos los
medios antes de sucumbir.
Para
ello se aglutinan y sacan a relucir los fantoches del pasado, los de la
violencia y la guerra, en la que son tan hábiles y en los que se sienten tan a
gusto.
El
martes pasado, en un acto organizado expresamente para apoyar la decisión del
presidente Morales al que asistió alrededor de la tercera parte de los alcaldes
del país, el alcalde de Ciudad de Guatemala, Álvaro Arzú, quien era presidente
de Guatemala cuando en 1996 se firmó la paz tras 36 años de guerra, dijo: “Yo
firmé la paz pero también puedo hacer la guerra”.
Es
decir, han puesto a redoblar los tambores y están desempolvando sus antiguos
pendones.
La
derecha corrupta guatemalteca puesta en pie de guerra, ha encontrado en el
actual presidente, don Jimmy Morales, a su mascarón de proa. Éste, cuya
vocación de cómico de segunda categoría no le había permitido asumir
efectivamente la gobernanza del país, de pronto ha encontrado su segunda
vocación, la de portaestandarte de los grupos sociales más cuestionados.
En esas
está don Jimmy, empujando contra viento y marea, asumiendo la vanguardia de la
escoria. Sin embargo, y para ser francos, al señor presidente no le quedaban
muchas alternativas. Incluso, uno podría llegar a pensar que tal papel de líder
pazguato no lo hace sino por conveniencia propia. En otras palabras, para
salvar su propio pellejo.
Ubicado,
pues, en el bando de las fuerzas oscuras, el presidente de Guatemala se lio a
golpes con quienes están colaborando para poner a trabajar el país como un país
normal. Piensa que descabezando a la CICIG las aguas volverán a los cauces que
le convienen, es decir, los de la impunidad. Es posible que hasta entienda la
suya como una misión cristiana: si no juzgan ni condenan a su hijo, a su
hermano y a él, su familia permanecerá unida. Amén.
La
Comisión contra la Impunidad en Guatemala ha realizado una excelente labor,
especialmente desde que es dirigida por el comisionado Iván Velásquez. Juicios
históricos contra criminales de guerra y políticos corruptos han estado sobre
la palestra y han conmocionado al país. Se le achaca, y hay razón en ello, de haberse
hecho de la vista gorda de los crímenes de ciertos sectores de empresarios. Hay
también suspicacia, en un país que ha sufrido durante toda su historia moderna
la intromisión de los Estados Unidos, del apoyo que brinda esa potencia a su
accionar.
Nada
de eso es óbice para no apoyar lo que hace la Comisión hoy en día. La derecha
corrupta muestra la capacidad que tiene para unirse y sacar a relucir los
sables del enfrentamiento sin pestañear. Del otro lado debe existir la misma
unidad, la misma iniciativa sin vacilaciones, para hacer avanzar poco a poco el
cambio hacia algo diferente que no sea esa hedentina. Y presionar para que el
afilado ojo de la ley abarque el espectro completo de la descomposición.
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