Resulta preocupante
que, a pesar del creciente acoso judicial y aislamiento político en que se
encuentra, Trump haya sido capaz de concretar la segunda de las acciones
desastrosas y lesivas que prometió en campaña.
Editorial de LA JORNADA
Al anunciar [el martes
5 de setiembre] la cancelación del programa migratorio Acción Diferida para los
Llegados en la Infancia (DACA, por sus siglas en inglés), que protegía de la
deportación a unos 800 mil jóvenes extranjeros que han hecho su vida en Estados
Unidos, el presidente de ese país, Donald Trump, logró concretar la segunda de
las múltiples amenazas que formuló en su campaña electoral. A ocho meses de
haber tomado posesión de la jefatura de Estado, el magnate neoyorquino no ha
logrado, en efecto, destruir el sistema de seguridad social construido por su
predecesor, Barak Obama; darle viabilidad a la anunciada construcción del muro
fronterizo con México; acabar con el Tratado de Libre Comercio de América del
Norte (TLCAN); imponer a China términos de intercambio favorables a Washington;
hacer que Europa occidental cargue con una mayor proporción de los gastos de la
Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN); descarrilar el acuerdo
nuclear con Irán y, multiplicar las deportaciones de trabajadores extranjeros:
aunque un estudio reciente indica, que las expulsiones realizadas en el primer
semestre de 2017 fueron menores que las efectuadas por la administración de
Obama en el mismo periodo del año anterior.
En cambio, el 1º de
junio anterior, Trump desvinculó a su país del Acuerdo de París (convenio
climático multilateral para limitar las emisiones de gases de efecto
invernadero) –lo que según expertos internacionales puede descarrilar los
esfuerzos de la comunidad internacional para amortiguar la contaminación
atmosférica que produce el cambio climático– y ayer dio por terminado el DACA,
lo que coloca automáticamente en la zozobra y la incertidumbre a cientos de
miles de jóvenes que llegaron a territorio estadunidense siendo menores de
edad, y que a pesar de haber vivido allí la mayor parte de sus vidas, no
cuentan con la nacionalidad y ni siquiera con permisos de residencia.
Es importante destacar
que la cancelación del programa referido es una clara maniobra política del
mandatario, a fin de consolidar su base de apoyo electoral y satisfacer a los
grupos racistas, chovinistas y xenofóbicos que votaron por él en noviembre del
año pasado.
Técnicamente hablando,
lo que hizo Trump fue devolver la solución de este asunto migratorio al
Legislativo, ámbito en el cual por décadas ha resultado imposible un acuerdo
bipartidista para reformar las disposiciones legales discriminatorias, racistas
e inhumanas en contra de los trabajadores extranjeros que carecen de
documentos. Cabe recordar que, ante la imposibilidad de lograr esas reformas,
el anterior presidente elaboró el DACA para proteger temporal y
provisionalmente de las deportaciones al grupo poblacional ya mencionado. De
modo que el fin de ese programa deja a los jóvenes inmigrantes en el peligro de
ser echados en cualquier momento del que se ha convertido, para todos los
efectos familiares, educativos, laborales e incluso existenciales, su propio
país. Para colmo, la perspectiva de que el Capitolio logre ponerse de acuerdo,
a corto o mediano plazos, en una adecuación de las leyes migratorias, parece
sumamente remota.
Ciertamente, las
críticas, las condenas y las resistencias al fin del DACA no se han hecho
esperar, y ayer, en decenas de ciudades estadunidenses, miles tomaron las
calles para protestar por esta decisión infame. Prominentes voces políticas,
empresariales, académicas y sociales se han unido al repudio a la presidencia
republicana por semejante medida. Pero tales factores de rechazo resultan a
todas luces insuficientes para lograr que la Casa Blanca la revierta, como no
lo fueron las protestas mundiales y nacionales contra la salida de Estados
Unidos del Acuerdo de París. En el lado mexicano lo menos que puede esperarse
es que la representación de este país ponga sobre la mesa de la renegociación
del TLCAN la demanda de un mínimo de protección legal para los trabajadores y
jóvenes mexicanos que residen al norte del río Bravo y condicione el
cumplimiento de las múltiples exigencias estadunidenses a la satisfacción de
esa petición.
En términos generales,
resulta preocupante que, a pesar del creciente acoso judicial y aislamiento
político en que se encuentra, Trump haya sido capaz de concretar la segunda de
las acciones desastrosas y lesivas que prometió en campaña. Ello obliga a
replantearse si la comentada debilidad del político republicano no es, en
alguna medida, una lectura que peca en exceso de optimismo.
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