Entrevista
al politólogo e historiador Juan Carlos Gómez Leyton, sobre la rebelión popular
y ciudadana en Chile.
Juan Carlos Gómez Leyton |
Las
movilizaciones y protestas contra el gobierno y el modelo neoliberal en Chile
están hoy en pleno desarrollo. Desde el estallido del 18-0 no han bajado en
intensidad, sino se han canalizado, ordenado y también extendido hacia otros
territorios y demandas. Por primera vez en décadas, la ciudadanía tiene un
objetivo común, que es levantar una asamblea constituyente para reemplazar la
constitución espuria e ilegítima del dictador. Para ello, dice Juan Carlos
Gómez Leyton, Dr. en Ciencias Sociales y Política y académico de la UPLA, es
necesario que este proceso de insurrección popular se mantenga hasta tumbar al
gobierno y la institucionalidad.
En esta
conversación, que no está finalizada, se expresa una mirada sobre un momento.
Una observación que contiene las causas de esta movilización y algunas señales
de un futuro probable. Lo que sí está claro es la potencia de una fuerza que no
decae. Al contrario, a casi dos semanas del estallido del viernes 18 de
octubre, las demandas son cada día más densas y parece que no pararán hasta el
cambio de régimen.
A más de una semana del
estallido social, ¿cuál es tu diagnóstico?
La rebelión popular y ciudadana que se abrió el
18-0, luego de una semana de “evasiones” protagonizadas por los estudiantes
secundarios, en rechazo al alza de tarifas del Metro y de la militarización de
la sociedad chilena desde el 18-0, ha logrado una solidez social y política
sorprendente. Esa solidez se traduce en una masividad ciudadana en las calles
gigantesca. Expresada en la Gran Marcha de Chile, del día 25-O, cuyo principal
impacto político está en el cambio de táctica de parte del gobierno ante el
estallido social. Sin embargo, en los diversos “agentes” (y no uso el concepto
de actores políticos y sociales, porque estos aún no son muy visibles en la
dirección o representación, hasta ahora de la rebelión) que están presentes al
interior de la rebelión popular y ciudadana, no se observa un cambio de táctica
en la estrategia política para lograr los objetivos que se buscan alcanzar.
Tengo la impresión que el estallido social logró hacer retroceder al gobierno y
su intento de dar una solución militar y autoritaria a la crisis. Pero ello no
implica, que se haya avanzado en lograr mover o correr las barreras políticas-institucionales
de contención de las demandas ciudadanas. La razón más poderosa de la
ciudadanía en rebeldía está en la demanda de una Asamblea Constituyente y una
nueva Constitución Política. No obstante, para que ello se produzca es
necesario “tumbar” al gobierno y la institucionalidad actual. Ese es el ejemplo
histórico latinoamericano, en los casos de Ecuador y Bolivia. Aunque ingresar
en ese camino es también peligroso para la rebelión popular, pues, se
institucionaliza. Y pierde la potencia anticapitalista o antineoliberal
profunda que tiene la rebelión. Pero hasta ahora, sólo habido de exhibición de
la masividad social de la rebelión.
Las
críticas al gobierno sobre el manejo de la crisis vienen de todos los sectores.
¿Puede un gobierno neoliberal como el de Piñera cumplir las demandas de la
población?
No. Porque fundamentalmente las demandas de la
ciudadanía tocan o afectan las bases mismas de la estructura de poder del
neoliberalismo. Por ejemplo, NO + AFP, terminar con la desigualdad social y
económica, entre otras. Esas demandas no se solucionan con medidas como las
planteadas por Piñera. Solo con un cambio de estructural de forma de
acumulación o si se quiere “otro desarrollo social o económico”. Por tanto, el
gobierno neoliberal, no puede hacer más que desplegar medidas neoliberales para
dar solución a la crisis social. Por esa razón, está condenado a muerte. De
sostenerse la movilización ciudadana expresando de manera categórica el poder
destituyente.
¿Estamos en una crisis política e institucional?
En ambas. Aunque la institucionalidad está
funcionando, se sigue legislando, se siguen tomando decisiones, en apariencia
la institucionalidad está agrietada pero no en el suelo. Y allí es donde el
gobierno como la clase política del orden se refugia para defenderse de la
rebelión popular y ciudadana. Por cierto, es la crisis política de mayor
envergadura que ha tenido que soportar el gobierno, mayor que las
experimentadas por Piñera 1 (2010-2014), que lo podría tumbar. Si la
potencia de la protesta logra tumbarlo, pero su caída no implica
necesariamente, que caiga o se derrumbe la institucionalidad política. Pues,
allí, los partidos del orden y conformes con ella, se van refugiar para
salvarse o para tener fuerza para influir sobre, si es que se llegara impulsar,
el proceso constituyente, pues buscarán sobrevivir a toda costa en cuanto no
quieren experimentar un derrumbe similar al experimentado por el sistema de
partidos políticos en Bolivia, Ecuador o Venezuela, donde el sistema de
partidos desapareció completamente. Es probable que busquen una salida
política experimentada en la Argentina luego de la caída del expresidente de La
Rúa.
¿Qué
puedes observar en la clase política? ¿Qué puede hacer la exNueva Mayoría, la
DC? ¿Crees que es correcta el comportamiento del Frente Amplio y la DC?
En primer lugar, tuvieron un desconcierto total; en
segundo lugar, expresaron un gran temor a la rebelión social; y en tercer
lugar, han iniciado un proceso de reacomodo en el actual escenario político y
buscan asumir, de manera espuria, la representación de las demandas ciudadanas
refugiándose en la institucionalidad política y buscando colaborar con el
gobierno para buscar una salida negociada a la crisis social. Desde mi punto de
vista, la clase política actual, nueva y vieja, es tan responsable histórica y
coyuntural del descontento ciudadano. Porque ellos han sostenido y apoyado
durante los 30 años la democracia protegida, herencia directa de la dictadura,
y, sobre todo, de la forma de acumulación neoliberal instalada por esa
dictadura desde 1975. Téngase presente, la clase política y los partidos
políticos actuales poseen los mayores índices de descrédito y desconfianza
entre la ciudadanía. Mayoritariamente, la ciudadanía los detesta y los rechaza.
Es una clase política corrupta. Lo que hay que entender de esta rebelión
popular y ciudadana, es la gran rebelión social y política de la ciudadanía que
milita en el “partido de las y los no electores” que según mis cálculos lo
integran cerca de 8.000.000 millones de ciudadanas y ciudadanos. Y son las y
los ciudadanos que han hecho política de manera sistemática desde los primeros
años de la democracia protegida en los márgenes del sistema impuesto. Son las y
los ciudadanos subpolíticos, en términos de U. Beck. Ellos no militan en
partidos políticos. Son altamente críticos. Y son también radicales: no aceptan
la dominación patriarcal capitalista y neoliberal y tampoco la democracia
liberal y sus formas de representación. Ellos son los actores de esta rebelión.
En este momento las
movilizaciones siguen espontáneas y autoconvocadas por las redes sociales. Pero
es predecible que decaigan con el tiempo si no hay organización. ¿Crees que
Unidad Social puede cumplir esa función o serán los partidos con representación
parlamentaria?
En primer lugar, tengo mis dudas que estas
movilizaciones sean espontáneas, ellas fueron convocadas por las dirigencias
estudiantiles de diversos grupos y colectivos políticos de distintos colegios y
liceos de Santiago a realizar acciones directas, evasiones como una forma de
protestar por el alza de los pasajes del Metro. Que se coordinaron por las
redes sociales es efectivo porque implica un nivel de coordinación y
preparación muy interesante, de carácter horizontal, participativo, etcétera.
Allí hay otra forma de hacer política, que de ninguna manera es nueva, sino que
constituye una praxis permanente y sustantiva entre esos grupos. Ellos
convocaron a las y los ciudadanos. Basta ver los rayados y carteles pegados por
la ciudad para percibir dicha convocatoria. Segundo, esta convocatoria caló
profundamente entre diversos grupos políticos organizados, que comenzaron desde
el día 15 en adelante hasta invitar a la ciudadanía a asistir a la gran evasión
del 18-O. De manera que desde el primer momento ha habido organización,
planificación y operativa previamente coordinada en la acción directa. Eso es
lo más destacable de la rebelión.
Otra cosa es que en las grandes movilizaciones
callejeras como la del 25-O no se vean banderas partidistas, lienzos u otro
tipo de identificaciones de organizaciones. Eso es efectivo, pero no quiere
decir que no están presentes. Por cierto, una de las características de los y
las ciudadanos actuales es su “representación política” directa. Es decir, en
una sociedad donde la “representación esta crisis”, nadie quiere entregar o
delegar su representación en otro, pues predomina la total desconfianza en el
representante o en los líderes. De manera que cada sujeto se representa a sí
mismo. Por ello van en colectivos de amigos, en “bola” como dicen los
mexicanos, pero son sujetos individuales protestando colectivamente. Eso
explica que nadie hable. O que se expresan colectivamente bailando, cantando, o
haciendo cualquier cosa, en donde cada uno se expresa como quiera. No hay
representación. Hay mucha gente en la calle, masas dirían, otros.
Por cierto, que todas las rebeliones sociales que
lograron tumbar a presidentes en América Latina, lo hicieron los ciudadanos en
las calles que tuvieron líderes y organizaciones que expresaron las demandas
colectivas ciudadanas. En Ecuador lo vimos recientemente, la organización de
los pueblos originarios en su diversidad estuvo allí con sus jefaturas y
liderazgos. En Bolivia, lo mismo. En Argentina, también. En Venezuela, luego
del Caracazo, emerge Hugo Chávez, en México, MORENA y AMLO, en Brasil el PT, y
Lula, etcétera. En Chile, donde el neoliberalismo ha sido profundo, éste
disolvió la representación colectiva, la volvió un asunto individual e
individualista. Las y los ciudadanos que hoy protestan contra el
neoliberalismo, paradojalmente, son neoliberales, o sea, son extremadamente
individualistas. Aquí hay una gran tarea que realizar, que es socializar
políticamente a este sujeto social. Dicho esto, que es un gran problema, habría
que agregar lo siguiente:
Hay que modificar las formas de representación,
terminar con la representación por delegación, como la que en Chile se ha
practicado desde la fundación misma de la nación, y reemplazarla por la
representación por mandato. O sea, aquella que nos señalan los zapatistas:
“mandar obedeciendo”. Esa es la representación que hoy prima entre las y los
ciudadanos subpolíticos, es decir aquellos que han realizado política en las
orillas del sistema y que no tienen ningún compromiso con él.
Si Unidad Social es la expresión de estos sectores
tendrá algo que decir. De lo contrario seguirá el mismo derrotero que les
espera a los partidos y organizaciones del orden neoliberal: de triunfar la
rebelión, desaparecer. Pues, ya hicieron época.
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