A las puertas de lo que se ha dado en llamar, la IV
Revolución Científico-Técnica e Industrial, o Revolución 4.0, diversos países
de Nuestra América enfrentan hoy una inmoral y cruenta ofensiva, con un
propósito que, sin embargo, no ha cambiado en siglos: la destrucción de todo lo
que, en mayor o menor grado, pueda entorpecer las voraces pretensiones de
saqueo con las que, inefablemente, son mirados estos pueblos, desde ese “Norte,
revuelto y brutal, que los desprecia”.
Gloria Teresita
Almaguer González* / Para Con Nuestra América
Desde La Habana, Cuba
“Los Estados Unidos parecen destinados
por la providencia,
para plagar la América de miseria, en nombre de la libertad”.
Simón Bolívar[i]
“…Ya estoy
todos los días en peligro de dar mi vida por mi país, y por mi deber (…),
de impedir
a tiempo con la independencia
de Cuba, que se extiendan por las
Antillas los Estados Unidos
y caigan,con esa fuerza más, sobre
nuestras tierras de América.
Cuanto hice hasta hoy, y haré, es
para eso”.
José Martí[ii]
“…Batalla de ideas no significa solo principios, teoría,
conocimientos,
cultura, argumentos, réplica y contrarréplica, destruir
mentiras y sembrar
verdades; significa hechos y realizaciones concretas”.
Fidel Castro[iii]
En las postrimerías del Siglo XX,
e inicios del XXI, América Latina, reconocida por José Martí, como «Nuestra América mestiza»[iv],
la que, a decir del reconocido intelectual cubano, Roberto Fernández Retamar, “…incluye no sólo pueblos de relativa
filiación latina, sino también otros, como los de las Antillas de lengua
inglesa u holandesa, (…) y, por supuesto, los grandes enclaves indígenas”[v],
comenzó a protagonizar un importante período de renovación político-ideológica,
que promovió la ocurrencia de grandes transformaciones en favor de los sectores
más desposeídos de las diferentes sociedades en las que se desarrollaba el
movimiento. Ciclo, que fue resultado, en gran medida, de la emergencia de
líderes y gobiernos progresistas, nacionalistas, y en determinado casos, de un
marcado carácter antiimperialista y revolucionario, que apuntaban hacia un
nuevo mapa geopolítico de la región, en aquel momento, en construcción.
Proceso liderado, por dos
importantes figuras, el Comandante en Jefe de la Revolución Cubana, Fidel
Castro Ruz, y el entonces Presidente de la República Bolivariana de Venezuela,
Hugo Rafael Chávez Frías; quienes, con verbo encendido, e impetuosa praxis
política, lograron nuclear a su alrededor a otras emblemáticas figuras de la
región, conformándose con ello, lo que, en no pocos espacios, fue reconocido
como el inicio de la «segunda independencia»[vi]
de ésta, «Nuestra América»[vii].
Se crearon así, iniciativas tan trascendentes, como la Comunidad de Estados
Latinoamericanos y Caribeños, CELAC; la Alianza Bolivariana de las
Américas-Tratado de Comercio de los Pueblos, ALBA-TCP; y Petrocaribe, entre
otras.
Se trató de
lo que el destacado filósofo argentino, Enrique Dussel, denominara, “una cierta
«primavera política»”, la que según él, comenzó con “…el nacimiento de muchos
nuevos movimientos sociales –como las «Madres de Plaza de Mayo» o los
«piqueteros», los «sinTierra», los «cocaleros», las movilizaciones indígenas de
Ecuador, Bolivia, Guatemala, y tantos otros-, reunidos en el Foro Social
Mundial de Porto Alegre, y desde la inesperada elección de Néstor Kirchner, de
Tabaré Vázquez, de Luiz Inácio «Lula» da Silva, de Hugo Chávez, de Evo Morales,
y de la perenne y proverbial figura de
(…) Fidel Castro (…), entre los que no hay que olvidar la figura simbólica del
subcomandante Marcos, entre tantos otros signos de esperanza”[viii].
Un proceso,
que desde se inicios, recibió una brutal embestida, tanto por parte de las
fuerzas oligárquicas internas, de cada uno de los países en los que tenía lugar
la ola trasformadora, como de grupos transnacionales de poder político,
económico o comunicacional, al mando todos, de los «Imperialismos» mundiales, con el estadounidense al frente[ix].
Ofensiva que, sin embargo, con ciertos matices –solo que no demasiados
novedosos-, se diferenció de las conocidas intervenciones militares y golpes de
Estados promovidos por EE.UU. a lo largo de su historia –en muchas ocasiones,
acompañado por sus acólitos-, no solo en las regiones latinoamericanas y
caribeñas, sino a escala global, lo que, para el primer caso, ha sido
calificado por el propio Fernández Retamar, como “…el capítulo, nunca cerrado,
de su política de las cañoneras y del Gran Garrote”[x]. Política que, respondiendo
a la esencia, profundamente expansionista e imperial de esa nación norteña, ha
conseguido plagar a América Latina y al Caribe –junto a una gran parte de la
humanidad-, de incalificables crímenes y miserias –como lo pronosticara Simón
Bolívar-, lesivos a los tan mencionados, y mayoritariamente, vulnerados
Derechos Humanos y Derecho Internacional, a nombre de los cuales actúa, con
inusual hipocresía.
Así, a las puertas de lo que se ha
dado en llamar, la IV Revolución Científico-Técnica e Industrial, o Revolución
4.0, diversos países de Nuestra América
enfrentan hoy una inmoral y cruenta ofensiva, con un propósito que, sin embargo,
no ha cambiado en siglos: la destrucción de todo lo que, en mayor o menor
grado, pueda entorpecer las voraces pretensiones de saqueo con las que,
inefablemente, son mirados estos pueblos, desde ese “Norte, revuelto y brutal,
que los desprecia”[xi].
Un escenario, en el que, si bien, las maquinaciones se mantienen incólumes, los
métodos e instrumentos para lograrlos, intentan, inútilmente, su medra. ¿Cuáles
son los hitos de esta histórica política de injerencia y agresiones que ha
mantenido EE.UU. –muchas veces, acompañado por su comparsa imperial-, con los
pueblos latinoamericanos y caribeños? ¿Cómo se manifiesta la reciente escalada
que enfrentan hoy estas naciones, por parte de estos «Imperialismos», bajo el
liderazgo de Estados Unidos de América? ¿Qué nuevos matices incorpora? ¿Qué tan
novedoso resulta este propósito?¿Cómo entender el retroceso político,
económico, ideológico y social, en general, que ha significado el triunfo
electoral, de gobiernos conservadores, ultraderechistas y neoliberales en
países en los que, como Argentina y Brasil, se habían desarrollado propuestas
progresistas y reivindicadoras? ¿Pudieran ser interpretados estos procesos,
como expresión de ciertos «consenso y hegemonía», alcanzados por estas
clases en el poder, a partir de la reconocida visión marxista de los propios
Marx y Engels[xii], de Lenin[xiii],
y de Gramsci de dichas categorías?
Por otra parte, más allá de que dicha
escalada de agresiones, se visibiliza a través de diferentes manifestaciones de
lo que, eufemísticamente, se ha dado en llamar, la «Guerra de IV Generación»[xiv],
primero, y «No Convencional»[xv],
después -conceptos ambos, frutos del pensamiento estratégico belicista del
pensamiento imperialista de EE.UU.-, en una mirada
a contracorriente, ésta puede ser identificada, además, como una nueva
acometida del «Imperialismo Cultural». Expresión,
que tuvo un primer acercamiento, en la producción científica del reconocido
intelectual estadunidense de tendencia marxista, Herbert Schiller; precursor
también, de la disciplina, “Economía Política de la Comunicación”. Así, para
este autor, se trataría de, “El conjunto
de procesos por los que una sociedad, es introducida en el seno del sistema
moderno mundial, y la manera en que su capa dirigente, es llevada, por la
fascinación, la presión, la fuerza o la corrupción, a moldear las instituciones
sociales, para que correspondan con los valores y las estructuras del centro
dominante, del sistema o para hacerse su propio promotor”[xvi].
Un concepto, que
partiendo de ese presupuesto teórico, por facilidad
analítica -y de manera absolutamente provisional-, en una primera aproximación, en estas reflexiones,
pudiera ser comprendido, como «La concentración transnacionalizada de los flujos informativos, y su
movimiento, en sentido unidireccional, del «Norte» al «Sur» geopolíticos,
es decir, desde los grupos de poder de los países imperialistas, industrializados
y altamente desarrollados, liderados por EE.UU., hasta el resto del mundo
circundante, y en especial, hasta las naciones empobrecidas y marginadas,
producto del vergonzante y perpetuado saqueo del que han sido víctimas
involuntarias. Flujos informativos, dirigidos a la transmisión de mensajes
estandarizados, ajenos a las culturas, tradiciones y valores de estos pueblos,
notoriamente frívolos, anodinos, banales, a través de los cuales,
mayoritariamente, se diseña, construye y logra imponer,
la muy controvertida «cultura de masas»[xvii],
la pseudo «cultura del kitsch»[xviii].
Mensajes además, totalmente apolíticos y desideologizados, o lo que es lo
mismo, intensamente manipulados en función de los intereses de enajenación
social, depredación y exterminio masivo de dichos grupos de poder».
Así, lo explicaron en 1972, Ariel
Doffman y Armand Mattelart, en su célebre trabajo, “Para Leer al Pato Donald”, según el cual, “Nuestros países se
caracterizan justamente por ser exportadores
de materias primas e importadores de factores superestructurales; por el
monocultivo y el plurifacetismo urbano. Mandamos cobre, nos llegan máquinas
para sacar cobre, y claro, Coca-Cola. Detrás de la Coca-Cola, está toda una
estructura de aspiraciones, pautas de comportamiento; por lo tanto, un tipo de
sociedad presente y futura, y una interpretación del pretérito. Al importar el
producto que se concibe, se envasa, se etiqueta -y cuyos beneficios económicos
retornan al Tío[xix];
se importan también las «formas culturales de esta sociedad», pero nunca su
contenido, vale decir, los factores que permitieran su crecimiento industrial.
Está históricamente comprobado que los países dependientes han sido mantenidos
en esta condición, por la división internacional del trabajo que los condena a
coartar todo desarrollo que pudiera darle independencia económica”[xx].
Un «sistema concentrado
transnacional» de comunicación e información, que teniendo su génesis y primer
punto de inflexión, en los albores del siglo XX, constituye premisa
insoslayable para la pretendida invasión imperial, económica, pero también –y muy especialmente- ideológica,
política, y cultural, asumiendo lo cultural -también, en
una primera aproximación-, a partir del concepto refrendado por la «Declaración Universal de
la UNESCO sobre la Diversidad Cultural», para la que, se trata del“…conjunto de los rasgos distintivos
espirituales y materiales, intelectuales y afectivos que caracterizan a una
sociedad o a un grupo social, y que abarca, además de las artes y las letras,
los modos de vida, las maneras de vivir juntos, los sistemas de valores, las
tradiciones y las creencias”[xxi]. En consecuencia, una
–no tan novedosa- forma de manifestación de la teoría y praxis del Imperialismo, para el logro de su
propósito trascendente: alcanzar, consolidar y fortificar, un único modelo de
sistema social y pensamiento, solo que, discriminatorio, injusto, y
transgresor, para la mayor parte de la humanidad.
Un propósito que debe
ser detenido, tal y como expresara el ministro de Relaciones Exteriores de la
República de Cuba, Bruno Rodríguez Parrilla, en su memorable discurso ante el 74
Debate General de la Asamblea General de la Organización de las Naciones
Unidas, según
el cual, “Debemos impedir que se imponga un modelo
cultural único, totalitario y avasallador que destroce las culturas nacionales,
las identidades, la historia, la memoria, los símbolos, la individualidad, y
que silencie los problemas estructurales del capitalismo que provoca una
desigualdad lacerante que aumenta sin cesar”[xxii];
hoy en el contexto, además del llamado “capitalismo cognitivo” que “…ofrece lo
mismo. El capital digital corona las cadenas de valor mundiales, concentra la
propiedad de los datos digitales, explota la identidad, la información y el
conocimiento y amenaza la libertad y democracia ya menguadas analógicamente”[xxiii].
Pero, ¿cómo
interpretar este proceso desde las perspectivas, de las teorías del Imperialismo, la Comunicación, las Relaciones
Internacionales y la Sociología, específicamente de la Sociología de la Comunicación, siempre,
tomando en consideración, el acento
cultural y los esquemas, «Norte-Sur» y «Sur-Sur»?¿Cuál es la lectura integral, acerca de la brutal, y
prácticamente inédita agresión que enfrenta hoy la República Bolivariana de
Venezuela por parte del ilegítimo «circo» comandado por el pretendido «Hegemón»
global? ¿Podría considerarse que esta respuesta, así como la que mantiene el
pueblo cubano por más de sesenta años, constituyen a su vez, una manifestación
de la teoría de la «contrahegemonía» formulada por Gramsci, como genuino
ideólogo, creativamente enriquecedor de la doctrina marxista-leninista? ¿Es
viable la sistematización de ambas experiencias? ¿Podría considerase además,
dicha sistematización, como un determinado aporte, a la ya iniciada tarea, de
construir una renovada Teoría de las
Relaciones Internacionales? Una Teoría con apego a Derecho, dirigida a una verdadera
y efectiva democratización de estas Relaciones; basadas en el multilateralismo, la solidaridad, la
colaboración fraterna y la compartimentación; con absoluto respeto a la autodeterminación y soberanía
de los pueblos, para decidir su camino hacia el desarrollo, en el ejercicio de una auténtica «democracia de paz»; y finalmente, ¿sobre qué pilares se
sostiene, la admirable resistencia, creatividad, y victorias alcanzadas por
ambos pueblo ante estas agresiones?
En esencia, son éstas, cuestiones
cardinales que podríamos preguntarnos, e intentar responder mayoritariamente,
quienes -desde un compromiso con la justicia social, la equidad, la solidaridad
fraterna, la complementariedad y la paz-, tenemos hoy, la enorme
responsabilidad de luchar con las armas que poseemos; en el caso específico de la intelectualidad
progresista y revolucionaria, con las del pensamiento, tomando en consideración, además, el legado de
nuestros más ilustres próceres y líderes políticos; piénsese por ejemplo, en
Simón Bolívar, quien, siguiendo la tesis de que “la primera de todas las fuerzas” es “la opinión pública”[xxiv],
llegó incluso a crear un periódico, el Correo
del Orinoco[xxv], llamado a
fortalecer la lucha independentista que lideraba. Fue precisamente en la
preparación de este rotativo, que expresara una de sus más trascendentales
ideas al respecto, cuando solicitara a su amigo Fernando
Peñalver la máquina, que más tarde, serviría para editar el órgano , “Sobre todo, mándeme usted, de un modo u
otro, la imprenta, que es tan útil como
los pertrechos”[xxvi].
De hecho, el propio José Domingo Díaz, director de otro diario de la época, la Gaceta de Caracas, y uno de sus más
enconados detractores, reconocía esta vocación de El Libertador, cuando en 1829 declarara, “Fue siempre la imprenta la primera arma de Simón Bolívar; de ella ha
salido ese incendio que ha devorado a la América y por ella se han comunicado
al extranjero aquellos motivos...”[xxvii].
Para
José Martí, “De
pensamiento es la guerra mayor que se nos hace, debemos de ganarla a
pensamiento”[xxviii]; en consecuencia, Fidel Castro, su mejor discípulo,
consideró siempre a la Batalla de Ideas como
una insoslayable estrategia de lucha. Así, cuando aquejado de graves problemas
de salud, comunicó a su pueblo, “…que no aspiraré ni
aceptaré - repito- no aspiraré ni aceptaré, el cargo de Presidente del Consejo
de Estado y Comandante en Jefe”[xxix],
expresó que “Deseo solo combatir como un soldado
de las ideas[xxx]. Fue
precisamente esta convicción, la que le llevó a compartir con el Comandante
Hugo Chávez, el proyecto de creación de un canal televisivo «para el sur, y con los ojos del sur»,
TeleSur; acontecimiento ocurrido el 24 de julio de 2005, en ocasión de
celebrar el 222 aniversario del natalicio de El Libertador, Simón Bolívar. Una
idea que ya había sido anunciada por el propio Chávez, en el discurso inaugural
de la XII cumbre del G-15, que tuvo lugar en Venezuela el 27 de febrero de
2004, al declarar, que “En el Sur somos víctimas del monopolio mediático del
Norte que actúa como un poderoso sistema encargado de difundir en nuestro
países y sembrar en la mente de nuestros ciudadanos, informaciones, valores y
patrones de consumo que son esencialmente ajenos a nuestras realidades y que se
han conformado como el más formidable y efectivo instrumento de dominación. Nunca es más perfecta la dominación que
cuando logra hacer que los dominados piensen en los mismos términos que los
dominadores. Para enfrentar y comenzar a cambiar esta realidad, es que me
atrevo a proponer la creación de un canal de televisión que podría ser captado
en todo el mundo con la información y las imágenes del Sur. Este sería el
primer y fundamental escalón para romper el monopolio mediático”[xxxi].
Un análisis, en principio, que debería
centrar el discurso narrativo, más en los aspectos superestructurales de esta
«revitalizada» ofensiva imperial, que en los de orden fáctico –por lo general,
conveniente, y profusamente tratados por analistas e instituciones afines-;
partiendo de los –no tan- novedosos
cauces por los que se despliega; vertientes en los que las industrias culturales desempeñan un papel primario[xxxii];
en especial, los novísimos y muy poderosos medios
de comunicación e información, altamente concentrados en manos de redes de
poder transnacional, político, económico, financiero, militar, mediático, etc.,
ya mencionados, y a cuyos intereses, obviamente, responden. Una mirada entonces, que asumiría esta embestida, como un intento de «dominación de espectro completo»,
entiéndase, como “…una visión integral que lo que proclama es que no se puede dominar algo o tener la
supremacía si no se empieza desde la conciencia”[xxxiii].
Una construcción de sentido, que
en consecuencia, ha de incluir, no solo aspectos de índole económico,
comercial, financiero o material, en sentido holístico, sino, substancialmente,
los políticos, ideológicos, simbólicos y culturales; tomando en consideración,
que si bien, en función de alcanzar el «espectro
completo», dicha «visión de
dominación», mantiene su naturaleza «belicista»,
se trataría, en esencia, de un «belicismo de nuevo tipo»; en la medida,
en que, si bien incorpora las «armas»
y «métodos guerreristas convencionales»,
incluso con mucha fuerza; tiene su eje articulador en una escalada de agresiones más «sofisticadas» -entiéndase más «retorcidas»-, con el ya menciona manejo
perverso de los medios de comunicación e información.
Escalada, con pretensiones igual de lesivas, instrumentada
mediante una ilícita manipulación del aparato judicial con fines políticos, o «lawfere» -orquestado por dichos medios de comunicación e información-; hoy dirigida, en primera
instancia, a evitar el retorno del llamado «progresismo» que reverdeció en
nuestra región desde inicios del siglo. Una verdadera e inescrupulosa cruzada,
que utiliza como emblema, la supuesta «lucha
contra la corrupción» protagonizada por estos gobiernos, ante la cual, se
organiza como única alternativa, la «desaparición y muerte política» de los principales actores de estos
movimientos; sin excluir los intentos
de su destrucción o muerte física, siempre que se considere necesario por los
grupos de poder local o global; prácticas de las cuales, tristemente, se
visibilizan sensibles ejemplos. Así, podrían destacarse, el «golpe de Estado
parlamentario» que acabó con el Gobierno democráticamente electo de la ex
presienta Dilma Roussef; el ilegítimo «circo» mediático y judicial, que llevó a
la cárcel a un hombre probo, como el ex presidente «Lula» da Silva, frustrando su posible
regreso a la más alta investidura del
poder ejecutivo; la reciente intentona frustrada de magnicidio contra el
presiente Nicolás Maduro Moro; o la triste e intempestiva enfermedad del
Comandante Hugo Chávez, que llevó a su extemporánea muerte en condiciones
altamente sospechosas de regicidio.
Se trata, en resumen,
de agresiones, que incluyendo lo
económico, en función del desgaste paulatino de dichos actores, centran y fundamentan su estrategia
ofensiva de destrucción, en el uso maximizado de técnicas de manipulación
psicológica y psicoterrorista, en la búsqueda de la deslegitimación y
pérdida de credibilidad moral del pretendido «enemigo», cuyo acoso se agudiza,
de tal manera, que finalmente, se convierte en objetivo de las ya mencionadas
acciones judiciales, activadas desde las élites de poder, y por consiguiente,
totalmente, amorales e ilícitas. «Enemigo»,
que se reitera, puede ser cualquier actor
político: un Estado, piénsese en
Cuba, Venezuela, Irán, Corea del Norte; un Partido,
dígase el Partido de los Trabajadores, el PT de Brasil; o lideresas y líderes revolucionarios o
simplemente progresistas, véanse los cercos jurídicos y situación actual de los
que son objetos varias ex presidentas y ex presidentes, sumando a los ya mencionados, Rafael Correa y Cristina
Fernández; el ex vicepresidente
ecuatoriano Jorge Glass, y la activista social indígena Milagros Salas, ambos
también injustamente presos; el ex canciller de Ecuador, Ricardo Patiño, hoy en un exilio involuntario; entre
otros muchos. “No debe olvidarse del monopolio de los medios masivos de
comunicación con que ha contado Estados Unidos”, decía Fidel, “Y nuestros
intelectuales se han reunido más de una vez para discutir el gravísimo problema
de la atroz invasión cultural que sufren los pueblos de América Latina y del
resto del mundo (…), porque no está sólo la mentira de orden político sino todo
el veneno del punto de vista ético, toda la exaltación de la violencia, del
consumismo, etcétera”[xxxiv].
Agresiones, además,
para las cuales, los medios de
información y comunicación configuran los principales arsenales, soportes o instrumentos de transmisión y
beligerancia; mientras que, propiamente la información, en sus múltiples variantes, configuran los misiles detonantes, a
quienes les ha sido asignado el papel de perpetuar y fortalecer las asimetrías
y desequilibrios existentes entre las Naciones, impuestos por los diferentes
grupos de poder, potenciados hoy, en el contexto de esta
globalización neoliberal. Una embestida del «Imperialismo cultural», dirigida hoy, con mucha
fuerza, hacia la República Bolivariana de Venezuela; unido al recrudecimiento
de la escalada beligerante contra la Revolución cubana, y todos los actores,
políticos o sociales, que en cualquier medida, se opongan a la injerencia y al
saqueo de sus pueblos. Así, los elementos planteados, y otros, que serán aportados en próximos
artículos, justifican estas reflexiones a los que se sumaría otra importante
tesis, que viene desde lo más genuino del pensamiento de nuestros próceres, Bolívar,
Hidalgo, Sucre, San Martín, y nuestro Héroe Nacional, José Martí, entre otros,
y que pudiera ser resumida, en uno de los fértiles pensamientos de este último,
“Es la hora de
los hornos, en que no se ha de ver más que la luz”[xxxv]. Y es que, precisamente en esta hora, en que Nuestra América, y «Patria Grande»,
están siendo amenazadas, por los voraces apetitos imperiales, y no solo de
Estados Unidos, la intelectualidad patriota, revolucionaria, bolivariana,
martiana, fidelista, guevariana y chavista, no puede menos que defenderla, y
responder con su propio arsenal, porque, “La
Patria es dicha de todos, y dolor de todos, y cielo para todos…”[xxxvi]; en consecuencia, “Cuando
la Patria fiera se conmueve, nadie debe dormir, so pena de honra”[xxxvii].
La Habana, 20 de octubre de 2019
“Año 61 de la Revolución”
*Investigadora del Centro de Investigaciones de Política Internacional
(CIPI)
[i]Bolívar, Simón (1829). Carta al Coronel Patricio Campbell, fechada en Guayaquil, el 5 de agosto. Documento 2083. Recuperado de http://www.archivodellibertador.gob.ve
[ii]Martí, José
(1895-1991). Carta a Manuel Mercado, 18 de mayo; en Obras Completas, tomo 4, La Habana, p.167. La Habana, Cuba:
Editorial de Ciencias Sociales.
[iii]Castro Ruz, Fidel
(2000).Discurso
pronunciado, en el acto central por el Aniversario 40 de la Unión de Jóvenes
Comunistas. Teatro "Carlos Marx", 4 de abril. Recuperado de
http://www.fidelcastro.cu
[iv] Martí, José (1891-1991). “Nuestra América”;
ensayo publicado por el propio autor en la gaceta mexicana “El Partido Liberal”, el 30 de enero; en Obras Completas, tomo 6; página 19. La Habana, Cuba: Editorial de
Ciencias Sociales.//Subrayado en cursiva es de esta autora.
[v]Fernández Retamar,
Roberto (1978). Nuestra América y el
Occidente; 19 de noviembre; página 6. Universidad Nacional Autónoma de
México. Centro de Estudios Latinoamericanos. Unión de Universidades de América
Latina. México: México, S. A. //Subrayado
en cursiva es de esta autora.
[vi]El concepto de
«segunda independencia», se refiere también a la visión antiimperialista del propio José Martí, de acuerdo con el
cual, “Jamás hubo en América, de la
independencia acá, asunto que requiera más sensatez, ni obligue a más
vigilancia, ni pida examen más claro y minucioso, que el convite que los
Estados Unidos potentes, repletos de productos invendibles: y determinados a
extender sus dominios en América, hacen
a las naciones americanas de menos poder. (…) De la tiranía de España supo
salvarse la América española; y ahora, después de ver con ojos judiciales los
antecedentes, causas y factores del
convite, urge decir, porque es la verdad, que ha llegado para la América
española la hora de declarar su segunda independencia”; recogida en
Congreso Internacional de Washington. Su historia, sus elementos y sus
tendencias; Nueva York, 2 de noviembre Obras Completas, tomo 6; página 46. Opus Cit. //El subrayado en cursiva es de esta autora.
[vii]Martí, José
(1891-1991). Opus Cit.
[viii]Dussel, E. (2006). 20 tesis
de política;
Centro de Cooperación Regional para la Educación de Adultos en América Latina y el
Caribe, 176 págs.; pág. 7: Editorial Siglo XXI.
[ix]Vid:Comité
de Santa Fe (2000). Documento Santa Fe IV: Latinoamérica hoy. //Vid, además: Comité
de Santa Fe (1980). Documento «SANTA FE I: Las relaciones
interamericanas: Escudo de la seguridad del nuevo mundo y espada de la
proyección del poder global de Estados Unidos» y
Comité
de Santa Fe (1988). Documento SANTA FE II: «Una estrategia para América Latina en la década de 1990». Los tres documentos, recuperados de http://www.oocities.org
[x]Fernández Retamar, R (2000). Calibán en esta hora de Nuestra América,
Obras. Todo Calibán, t. I, pp.
120-121. La Habana, Cuba: Editorial Letras Cubanas.
[xi]Martí, José (1895-1991).Opus Cit.; página 168.
[xii]Vid, entre otras obras
de estos autores: Marx,
Carlos y Engels, Federico (1848). Manifiesto del Partido Comunista; en Marxists Internet Archive;
(1871-1973) Marx, Carlos. Carta a Friedrich Bolte, 23 de
noviembre; en C. Marx & F. Engels, Obras Escogidas, en tres tomos, URSS, Moscú, t. II;
págs. 5-13; 447; 448: Editorial
Progreso; (1859-1973) Prólogo de la
Contribución a
la Crítica de la Economía Política; en Opus Cit. t. I, págs.516-520; (1845-1973)Tesis
sobre Feurbach; en Opus Cit.
t. I, págs. 7-10; (1859-1973) Engels, F. Contribución
a la Crítica de
la Economía Política; en Opus
Cit.; tomo I, págs. 521-530.
[xiii]Vid, entre otros textos: Lenin, V.I. (2003).El Estado y la Revolución; enMarxists
Internet Archive; El
Imperialismo, fase superior del capitalismo, (1916); publicado
por Fundación Federico Engels; (1920-2011). La enfermedad infantil del
izquierdismo en el comunismo; México, 2011: Editorial
Centro de Estudios Socialistas Carlos Marx; (1902-1981). ¿Qué hacer?; URSS, Moscú: Editorial Progreso.
[xiv] En 1989, fue publicado el ensayo El rostro cambiante de la
guerra: hacia la cuarta generación, donde aparece por vez primera, la
teoría acerca de una, entonces, futura «Guerra de IV Generación», formuladapor el
analistaestadounidenseWilliam
S. Lind, con cuatro coautores del Ejército y del Cuerpo
de Infantería de Marina de esa Nación. Se trata, en principio, de un supuesto «método novedoso,
integral y eficaz»para planificar y desarrollar un
posible conflicto bélico entre su propio país y ciertos enemigos identificados
por éste, esencialmente gobiernos y naciones; en la praxis, aplicable también a
movimientos, grupos sociales, partidos, etc., que con cierta cuota de poder
político, no comulguen con los designios imperiales y sus sempiternas maniobras
de despojo.Vid: Lind,
William S.; Nightengale, Keith; Schmitt, John F.; Sutton; Joseph W.; Wilso,
Gary I. The Changing Face of War: Into the Fourth Generation; Oct 1989: Marine Corps Gazette. Pro QuestDirect Complete pg. 22-26. // Se trata además de “…la última fase de la guerra
en la era de la tecnología informática y de las comunicaciones globalizadas”,
las décadas finales del siglo XX y el siglo XXI., citado de: Freytas, Manuel. Guerra de Cuarta
Generación: cuidado, su cerebro está siendo bombardeado Parte I y Operaciones psicológicas: Su mente
está siendo controlada por expertos.Parte
II, 21 y 31de marzo de 2006, respectivamente. Recuperado de https://www.iarnoticias.com.
//Dos años más tarde, en 1991, Martín Van Creveld,
profesor hebreo, en su obra La
Transformación de la Guerra realizó significativos aportes a esta doctrina,
hoy subscrita y en ejercicio por las fuerzas armadas estadounidenses en sus
actos de conquistas neocoloniales, concebida esta última expresión en su
sentido más amplio. Vid: Van Creveld, Martin. La transformación de la guerra. Libro de Edición Argentina, Buenos Aires, 2007. //Vid, además: Aznar Fernández-Montesinos,
Federico. Las Generaciones de Guerras.
Guerras de Primera Generación I; 25 noviembre. Documento de Análisis 54/2015;
Aznar Fernández-Montesinos, Federico y González Martín (2015).Las Generaciones
de Guerras. Guerras de Segunda y Tercera Generación II y III; 30 diciembre de.
Documento de Análisis 59/2015. Ambos textos pueden encontrarse, en el sitio WEB
del Instituto Español de Estudios Estratégicos (IEEE). Recuperados de https://www ieee.es
[xv]Vid: Estado Mayor Departamento del
Ejército de EE.UU. (2010). “La Guerra no Convencional. Fuerzas Especiales.
Circular de Entrenamiento Estado Mayor No. 18-01”; noviembre de. Washington,
DC. // En este contexto, resulta significativo que
los fundamentos de la Doctrina de la «Guerra
no Convencional» estén contenidos en la Estrategia Nacional de Estados
Unidos, conformada por tres documentos básicos: la Estrategia de Seguridad Nacional, la Estrategia de Defensa Nacional y la Estrategia Militar Nacional. Vid, además:
Pérez Marrero, Arnold (2014). La Guerra No
Convencional (Unconventional Warfare). Un acercamiento a su esencia; mayo. Departamento Docente de Preparación para la
Defensa. Universidad de Matanzas. Recuperado de http://www.umcc.cu
[xvi]Vid, al
respecto: Schiller, Herbert I. (1976). Comunicación y
Dominación cultural, p. 9: International Arts&Sciences Press, EE.UU., Nueva
York. Vid, además: BokserLiwerant, Judith (1992). La filosofía política de la
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