El
general mexicano Carlos Demetrio Gaytán Ochoa mostró una actitud
confrontativa con el gobierno de Andrés Manuel López Obrador en discurso pronunciado
ante sus congéneres, generando especulaciones sobre la posibilidad de un golpe
de Estado. Inmediatamente después del discurso, los partidos de oposición
salieron a respaldar al general y a abonar el clima de confrontación con sus
propios reclamos.
Rafael Cuevas Molina / Presidente
AUNA-Costa Rica
Nunca antes en
la historia contemporánea de México habíamos asistido a una situación de este
tipo. El descontento que dicen sentir los uniformados lo atribuyen a la captura
fallida del hijo del Chapo Guzmán, pero conforme pasan los días resulta que su
disconformidad abarca temas sociales y económicos sobre los que nunca antes se
habían expresado públicamente.
El caso
mexicano debe señalarse y relevarse porque se trata de un país que se ha
caracterizado por una gran estabilidad institucional, a pesar de los crecientes
problemas que ha venido enfrentando en los últimos años. Estos problemas, el de
la violencia, la corrupción, la desigualdad y otros, son precisamente los que
decidieron a los mexicanos a respaldar mayoritaria e indiscutiblemente a Andrés
Manuel López Obrador y al partido MORENA. Hace mucho tiempo que no veíamos
muestras de tanto cariño y respeto de parte de la población hacia un
presidente.
Ya se ha hecho
una muletilla en América Latina que cuando los sectores populares deciden tomar
decisiones de este tipo, y se impulsan reformas y políticas con énfasis en lo
social, se acuse a quienes lideran estos procesos no solo de populistas sino de
polarizadores de la sociedad. La polarización sería resultado del azuzamiento
de las masas que hacen “los populistas” y no de las políticas neoliberales que
han profundizado la desigualdad.
El
cuestionamiento de los procesos democráticos como el que llevó a López Obrador
al gobierno de México se repiten en toda América Latina. Véase lo que pasa en
Bolivia, en donde la oposición no acepta la victoria electoral de Evo Morales,
reeditando situaciones como las que se vivieron en ese país en el 2008. O lo
sucedido en Brasil o Paraguay y sus golpes de Estado “blandos”.
Después de
décadas en los que se sucedieron dictaduras y cuestionamientos armados al poder
establecido, se suponía que habíamos entrado en una etapa en la que todas las
partes aceptaban las reglas del juego, pero no ha sido así. Aún en aquellos
países, como Venezuela, en donde la consulta a la población en las urnas se ha
hecho reiteradamente, las acusaciones son de que estamos frente a una
dictadura, y no se vacila en utilizar métodos coercitivos reñidos con la
legislación internacional para obligarlos a volver al redil.
En estas
condiciones, y ante la posibilidad que la correlación de fuerzas internacional
en la región sean más equilibradas después de la victoria de los Fernández en
Argentina, no sería extraño que las salidas de tono de los militares mexicanos
tuvieran pronto el respaldo tuitero de Donald Trump, siempre pendiente de meter
la cuña que rompa las posibilidades de trabajo conjunto entre los
latinoamericanos.
México se
encuentra hoy en una situación delicada que debe preocuparnos a todos. Cuando
ha sido necesario, los mexicanos han sabido plantarse y defenderse. Ojalá no
sea necesario en esta oportunidad.
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