Las
condiciones agudizadas que vivimos en Latinoamérica llaman al compromiso
intelectual y social, claman por la responsabilidad de los pueblos con su
propio porvenir; las calles aglutinan el deseo de una mejor sociedad, las balas
y los golpes reaccionarios pretenden mantener todo como está y revertir aquello
que se ha transformado.
Cristóbal León Campos / Especial
para Con Nuestra América
Desde
Mérida, Yucatán. México.
Siempre
las condiciones extremas colocan a las personas en el lugar real que ocupan o
al menos manifiestan el que desean ocupar, los hechos recientes en Nuestra
América agudizan el debate sobre el devenir de nuestros pueblos, las calles
llenas de dignidad ejemplifican los resabios aún arrastrados que dan origen al
reclamo social, los puños en alto y las consignan son el arma de la dignidad de
quienes saben muy bien lo que significa la opresión, mujeres, hombres, obreros,
estudiantes, pueblos originarios, parias y proletarios, los olvidados y
marginados de la historia, todas y todos, sujetos revolucionarios cuya raíz no
se encuentra en las academias pudorosas ni en los clericales análisis de
urgencia de quienes acostumbrados a ignorar hoy lanzan las críticas más
críticas cayendo en el ridículo escenario de su ignorancia.
Latinoamérica
vive un escenario agudizado por la política imperialista de los Estados Unidos
y la ejecución de sus intenciones mediante la sumisión de gobiernos, sectores
sociales, grupos religiosos y, desde luego, por el permanente deseo de la
burguesía oligarca de permanecer en el poder, las medidas económicas que han en
su mayoría desencadenado las protestas aparecen como la punta de lanza de una
crisis sistémica que el capitalismo latinoamericano viene arrastrando, el
neoliberalismo, expresión actual del capitalismo, llevó al extremo las
condiciones de vida de millones de seres humanos, la desarticulación de las
funciones tradicionales de los Estados-nación dio paso a la privatización de
todos los servicios públicos, arrojó al barranco las posibilidades de
sobrevivencia e implementó un discurso que mediante la participación de todos
los aparatos ideológicos garantizara la generación de un consenso para
sustentar la hegemonía de la explotación, el saqueo, la discriminación y el
dominio burgués.
El
deseo de los pueblos por sobrevivir encontró durante diferentes momentos, cause
o salidas a través de gobiernos progresistas, que, unos más que otros,
reorientaron algunas cuestiones económicas, sociales y políticas, mejorando por
periodos situaciones agudizadas, siendo válvulas de escape y dando a ciertos
sectores esperanza, pero las contradicciones naturales del sistema capitalista
tarde o temprano terminan manifestándose, los errores en la dirigencia, los
límites del propio proyecto impulsado por estos gobiernos al no romper las
estructuras capitalistas y profundizar las construcción del socialismo junto a
la siempre presente presión imperialista que nunca deja de velar por sus
intereses, condujeron a muchos países a nuevas polarizaciones que incluso
llegaron a revertir la orientación del gobierno a extremos no pensados por caer
en formulas neofascistas, hoy vivimos una nueva etapa de la lucha de clases, un
despertar masivo de los pueblos, pero también, una clara agresión
ultraconservadora con evidentes formas neofascista que pretende recuperar el
poder y restablecer su dominio a fuego y sangre. Por eso observamos masivas
protestas en Chile, Ecuador, Haití, Colombia, Honduras, Guatemala, Panamá,
Costa Rica y demás países, que hacen retomar los sueños de libertad y de
emancipación para nuestras naciones, pero de igual forma, vemos brutales
represiones sobre esas manifestaciones, escuchamos discursos llenos de odio y
rencor racista, al tiempo en que se ponen en marcha planes abiertamente
conservadores, se ejecutan golpes de Estado como el que ahora transcurre en
Bolivia y, además, se refuerza la ofensiva imperialista sobre países como Cuba,
Venezuela, Nicaragua y la propia Bolivia. Las formas son las mismas aunque
matizadas, derrocar gobiernos que no se han sometido al mandato imperialista,
bloquear económicamente procesos revolucionarios, infestar todos los aparatos
ideológicos de propaganda ultra-reaccionaria para confundir a las sociedades,
mentir y agredir la imagen de la resistencia para evitar se propague el ejemplo
e imponer lo que llaman “verdad” útil al deseo de expansión imperialista
queriendo asegurar la consumación de sus planes antihumanos.
Las
condiciones agudizadas que vivimos en Latinoamérica llaman al compromiso
intelectual y social, claman por la responsabilidad de los pueblos con su
propio porvenir; las calles aglutinan el deseo de una mejor sociedad, las balas
y los golpes reaccionarios pretenden mantener todo como está y revertir aquello
que se ha transformado. La lucha de clases se evidencia desnuda y obliga a
ponerse a cada quien del lado correspondiente, los eufemismos retóricos de los
nuevos supra-críticos son únicamente el espejo de sus anhelos reaccionarios,
que sumados a la propaganda fascista, niegan los vientos de cambio que soplan,
a pesar de que se observa la antesala del resurgimiento de los olvidados y
explotados, aún hay quienes frente a la luz de la verdad prefieren mirar lo
insustancial, niegan la represión, el golpe de Estado, la existencia del
imperialismo y la conjura fascista que busca apoderarse de Nuestra América para
seguir saqueándola, los deseos dictatoriales rondan el camino venidero, las
voces de los desposeídos claman por el resurgimiento revolucionario, urge
transformar radicalmente la realidad para poder vivirla, el proyecto socialista
también afronta el reto de replantearse para ser implementado, los tiempos
actuales son de compromiso irrenunciable a favor de la unidad, integración y
emancipación definitoria de toda Nuestra América.
Integrante
del Colectivo Disyuntivas
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