América Latina vivió
durante 15 años una serie de procesos sin parangón en su historia. Fue
inaugurada con el triunfo de Hugo Chávez en Venezuela, y vivió sus tiempos de
mayor fulgor cuando coincidieron los gobiernos de Chávez, Evo, Lula, Correa, Mujica,
Kirchner y Lugo.
Rafael
Cuevas Molina/Presidente AUNA-COSTA RICA
Los Estados Unidos
recularon en el continente. Bush vio atónito como el proyecto del ALCA era
echado para atrás en Argentina. Con ojos de incredulidad dijo que lo que estaba
sucediendo no estaba en el libreto y se mostró asustado.
Barack Obama participó
en una cumbre de las Américas en la que se le regaló Las venas abiertas de América Latina, y un tiempo después en una de
la OEA en Honduras en la que se le pidió a Cuba que regresara al seno de la
infame institución. Más tarde, restableció relaciones diplomáticas con la isla y se paseó por las calles de la
Habana Vieja.
Por primera vez en la
vida los latinoamericanos logramos organizar instituciones integracionistas de
fuste y perspectivas promisorias. Son emblemáticas en este sentido el ALBA y
UNASUR, en donde se tomaron decisiones trascendentales para resolver problemas
de largo aliento o coyunturales desde nuestros intereses y puntos de vista.
Los indicadores
sociales de nuestros países dieron un brinco espectacular nunca antes visto,
que devolvió la esperanza que podíamos salir adelante con nuestras propias
fuerzas, que el subdesarrollo no era una maldición que duraría hasta el fin de
los tiempos: millones de personas ingresaron a la clase media, retrocedió el
analfabetismo, la desnutrición y la desigualdad.
La vieja máxima de que
América Latina era la tierra del futuro parecía que se hacía realidad. En el
mundo fuimos referencia para los movimientos sociales y los partidos progresistas
y de izquierda del mundo, tal era la potencia que se desplegaba.
Aún en los países en
donde las fuerzas progresistas o de izquierda no llegaban al gobierno, el
influjo de lo que acontecía en esos otros países volcaba la balanza de la
política hacia posiciones moderadas. Gobiernos de centro derecha o abiertamente
de derecha pedían el ingreso a Petrocaribe, y se mostraban cautelosos en las
reuniones internacionales en donde se trataban temas espinosos, como el
relativo a Cuba y la OEA.
Esa derecha de corte
neofascista que hoy se destapa y airea oronda sus hediondeces por todas las
esquinas parecía no existir. Ahora sabemos que rumiaba un odio descomunal en
las catacumbas.
Hoy también nos damos
cuenta que no solo ella estaba insatisfecha. Una cohorte de intelectuales
“críticos” parece que se sentían muy insatisfechos de lo que estaba ocurriendo.
Variopintas son sus disconformidades. A algunos les parece que no se fue a la
raíz de las cosas, que los procesos se quedaron a medio camino; hay quienes
piensan que, como siempre, no se trata más que de subterfugios para encaramar a
algún dictadorcillo; los de más allá consideran que no se respetaron con la
debida probidad los cánones de la democracia.
En fin, que se trata
de un menú de disconformidades bastante grande. Parece que la realidad no logra
empatarse con sus sabias elucubraciones de escritorio que, en estos días, se
encuentran carburando a toda máquina las causas y razones que llevaron a Evo
Morales a merecer el golpe de Estado del que fue objeto.
De estos intelectuales
críticos me libre Dios, que de la derecha me libro yo.
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