En Panamá tenemos treinta años de “democracia” representativa
dominada por el sistema de partidos. La población tiene cada vez menos
tolerancia y participa menos de los procesos electorales. La mayoría de los
panameños considera como grave la corrupción. Mientras el crecimiento económico
se mantiene para algunos, aún hay quienes mueren de hambre.
Abdiel
Rodríguez Reyes /Especial para Con Nuestra América
Desde Ciudad Panamá
[Análisis de la coyuntura del 22 de octubre al 2 de noviembre
del 2019]
Foto: "Performance", de Alfredo Belda |
A modo de
introducción
Le hemos tomado el título "Reforma o revolución"
prestado a Rosa Luxemburgo, quien dicho sea de paso influye en este análisis.
La coyuntura la podemos analizar con el siguiente telón de fondo: "la
lucha por la reforma social es el medio, la transformación social, el
fin". Una cosa no niega la otra o como diría Hegel en el prólogo a la Fenomenología: “...en su fluir,
constituyen al mismo tiempo otros tantos momentos de una unidad orgánica, en la
que, lejos de contradecirse, son todos igualmente necesarios”. En nuestro
contexto el problema está en la incapacidad de la primera (las reformas) para
llegar a sus raíces: la explotación (de la naturaleza, de los seres humanos y
el paisaje en general) y revertir las desigualdades.
En las protestas contra las reformas constitucionales hemos
visto cómo cada grupo y clase social expresan sus formas ideológicas. Unos
sectores esgrimen posturas reformistas y otros revolucionarias. Esto puede
observarse tanto en las consignas como el modo de manifestarse. Los acelerados
cambios de los liderazgos colectivos observados expresan la falta de unidad
orgánica (a partir de sus múltiples determinaciones) necesaria para lograr
cambios profundos.
El descontento contra las reformas ya lo había observado Enoch
Adames cuando señaló que, “...si el presidente no logra un compromiso programático
claro, antes de que eso se discuta, se va a convertir en un pandemónium porque
todos van a meter la mano”. En efecto, eso fue lo que ocurrió. Entre los
conflictos internos en el sistema de partidos como la falta de orientación
empantanan nuestro horizonte.
En esta coyuntura también está una pregunta de fondo: ¿qué país
queremos? Muchos intelectuales y “líderes” políticos hablan de un nuevo “pacto
social”. Luego de treinta años de vida “democrática” es inevitable ajustar
cuentas con los problemas estructurales (la seguridad social) que no hemos
resuelto. El electorado ya le está pasando factura a este sistema de partidos.
Los ciudadanos empiezan a mostrar su descontento en las calles. El partido en
Gobierno: el Partido Revolucionario Democrático (PRD), muestra una fractura
interna difícil de sanar si no se depura. Las guerras intestinas no paran en su
dirigencia, evidenciando su poca cultura política y endeble capacidad para
dirimir cívicamente sus diferencias.
La
vanguardia: feministas, LGBTIQ+ y grupos estudiantiles organizados
Fueron las feministas las primeras en alzar su voz contra la
Asamblea y reformas constitucionales, desde hace varias semanas estaban en alerta
por el proyecto de Ley propuesto por la diputada Corina Cano sobre el “registro
del concebido no nacido”, al unísono protestaban contra el diputado del PRD
Arquesio Arias, acusado de “violación carnal y actos libidinosos”, cuando se
inició el “debate” sobre el paquete de reformas. La comunidad LGBTIQ+ protestó
inmediatamente contra artículos conflictivos, en particular aquel donde el
Estado reconoce únicamente el matrimonio entre un hombre y una mujer, en el
apartado vigente no se hace explícito sino en el Código de Familia; también
contra la propuesta de reforma de sobreponer el derecho nacional sobre las
normas internacionales.
Los grupos estudiantiles organizados no están en su mejor
momento. De hecho son minoría. No tienen capacidad de convocatoria más allá de
su círculo inmediato. En esta coyuntura tanto las feministas, los grupos
LGBTIQ+ y los grupos estudiantiles organizados dieron el primer paso contra las
reformas constitucionales.
El 22 de octubre del 2019 los estudiantes universitarios bajo
una tenue lluvia irrumpieron la Asamblea Nacional de Panamá. Nada ni nadie se
los impidió. Afloró el conflicto entre el Poder Ejecutivo vs el Poder
Legislativo, situación que se afirmó cuando el presidente Nito Cortizo señaló
que la Asamblea tiene intereses para que la Constitución se mantenga tal cual.
El problema es que tanto los diputados (la mayoría parlamentaria) como el
presidente son del mismo partido: el PRD. La comunidad universitaria se mostró
beligerante al ver sus intereses inmediatos afectados. Se reafirmó el
compromiso adquirido de eliminar los dos artículos (104 y 109) que afectaban la
autonomía universitaria y su gestión pública. Hasta la fecha este es el logro
más importante contra el paquete de reformas.
Los grupos estudiantiles organizados, en particular los de la
Universidad de Panamá, señalaron que su lucha va más allá de la derogación de
los artículos 104 y 109: quieren una nueva Constitución. Estos estudiantes son
más beligerantes con respecto a los demás que se han sumado a las protestas.
Los dos primeros días, luego de irrumpir en la Asamblea, las protestas fueron fuertemente
reprimidas por los dispositivos de seguridad. Muchos de los estudiantes
apresados son de las capas medias. A partir de allí el liderazgo cambió y puede
ir cambiando aún más.
Las capas
medias
Alonso Ramos señaló: "...los que están protestando son de
capas medias". En efecto, le asiste la razón. Las capas medias demostraron
mayor capacidad de convocatoria que los grupos estudiantiles organizados. Por
tanto, hubo un cambio de liderazgo colectivo, las formas ideológicas de
expresarse cambiaron, así como sus consignas, métodos, etc., como también
cambió la composición de clase de quienes participaron mayoritariamente en las
últimas protestas.
Las capas medias expresan en sus formas ideológicas el
reformismo, mientras que los estudiantes universitarios organizados y
feministas, expresan por su parte un llamado a la transformación social. Ya
hemos dicho que la una no niega la otra, pero sí la limita cuando la primera se
convierte en el fin y no el medio.
Las capas medias señalan que son "educadas", que no tiran
piedras y rechazan cualquier manifestación que altere el orden establecido. En
sus marchas caminan en un paño de la calle para no obstruir el tráfico,
respetan los semáforos y hacen silencio mientras pasan por delante de una
Iglesia. Segregan de la marcha y sus manifestaciones a quienes por ciertas
características fenotípicas e identidad etaria consideren sospechosos del
alterar el orden. Este sector importante de la sociedad supone en sus formas
ideológicas un descontento contra la Asamblea. Sus reivindicaciones están
asociadas a la transparencia, a la participación ciudadana y a la meritocracia;
al menos así lo sintetizó el diputado independiente Gabriel Silva.
El liderazgo colectivo de las protestas contra las reformas
constitucionales está momentáneamente bajo la hegemonía de las capas medias,
dado la volatilidad de los hechos, la intermitencia y la poca organicidad. En
estas circunstancias, el liderazgo colectivo puede cambiar de un día para otro
si otros actores (el SUNTRACS que se manifestó intermitentemente, indígenas,
docentes) entran en juego. El descontento se expresa de forma distinta en el
rechazo general a las reformas constitucionales.
¿Y la
revolución, para cuándo?
En Panamá tenemos treinta años de “democracia” representativa
dominada por el sistema de partidos. La población tiene cada vez menos
tolerancia y participa menos de los procesos electorales. La mayoría de los
panameños considera como grave la corrupción. Mientras el crecimiento económico
se mantiene para algunos, aún hay quienes mueren de hambre.
El presidente de la República hizo un llamado al diálogo.
Paralelamente sus asesores trabajan sobre el documento y convida a los jóvenes
que se manifiestan en las calles a participar. ¿Qué jóvenes participarían?
Seguramente serán considerados interlocutores válidos aquellos con mayor
capacidad de convocatoria. En ese sentido, serían entonces los estudiantes y
jóvenes de las capas medias que expresan en sus formas ideológicas el
reformismo. Sería insensato que se descalifique a los demás grupos minoritarios
preocupados por estas reformas.
Si queremos una transformación social tiene que ser desde abajo.
Con la participación activa de los espíritus contrapuestos de una sociedad.
Allí está el potencial. Si el presidente solo escucha a los sectores que se
limitan al reformismo, los cuales buscan un nuevo pacto social para cambiar y
quedar en lo mismo estará dilatando los cambios que el país necesita. Si los
sectores de las capas medias no entienden la necesidad de escalar un peldaño
más en la organización y lograr autonomía con respecto a sectores y figuras
“independientes” con agenda propia, fracasaran en su empresa reformista. Si
bien no hay las condiciones para una revolución ni mayoritariamente está
presente en el imaginario de quienes protestan contra las reformas, si podemos
afirmar que solo al calor de las contradicciones se logran las grandes
transformaciones.
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