La nueva religiosidad neoliberal irrumpe en el escenario
político latinoamericano como parte de la estrategia geopolítica de los poderes
fácticos, para oxigenar el decadente proyecto globalizador neoliberal.
Alvaro Vega Sánchez /
Para Con Nuestra América
La peor droga es la que narcotiza el corazón y la
conciencia. El peor tráfico es el tráfico de la fe y con la Palabra de Dios.
Hay también “narcotraficantes religiosos”, que tendrán que dar respuesta al
Dios de la justicia y de la vida.
Juan Stam.
América Latina es el
continente de la interminable conquista. Ayer se levantaron la espada y la cruz
para someter a los pueblos originarios al imperio católico español y hoy se levanta la biblia y el fusil para
someter a los pueblos latinoamericanos al imperio neoliberal globalizado.
El teólogo Pablo
Barrera destaca que “la misma biblia
cristiana que fue usada para evangelizar América Latina es usada hoy para justificar
el golpe de estado contra el presidente Evo Morales, contra un modelo de
sociedad alternativo al impuesto por el capitalismo imperialista” https://surcosdigital.com/la-biblia-en-el-golpe/.
Por su parte, el filósofo Enrique Dussel, entrevistado por Carmen Aristeguí en
CNN, señala cómo irrumpe el fundamentalismo evangélico y católico, representado
por el golpista Luis Fernando Camacho con la biblia en la mano, para desplazar
la bandera Wiphala, símbolo también de la Pachamama, la madre tierra convertida
en deidad indígena, más tarde revestida de muchas vírgenes de rostro indígena y
negro como la Virgen de Guadalupe, la
Virgen de los Ángeles, entre otras (https://www.youtube.com/watch?v=Vq9B4VhOD-U&feature=youtu.be).
Es la nueva religión
neoliberal, en su versión católico-protestante, que hoy se alía a las fuerzas
políticas conservadoras de derecha, para enfrentar a los nuevos movimientos
contraculturales que impugnan al globalismo neoliberal. Constituye el nuevo
frente ideológico-religioso con el que se pretende evitar el resurgimiento de
la diversidad simbólico-religiosa de los pueblos originarios, por lo que representa como
fuerza social y política de resistencia a las nuevas tendencias neocoloniales.
Cabe destacar que el
factor simbólico religioso en nuestro contexto latinoamericano, más allá de una
institucionalidad ritualista y doctrinalista que muestra signos importantes de
debilitamiento, sigue gravitando con fuerza, inclusive a la manera de una
religiosidad civil de carácter laico.
Por consiguiente, hoy como ayer la confrontación asume dimensiones
simbólicas de alta intensidad.
El católico santacruceño
Luis Fernando Camacho y el evangélico josefino Ronny Chaves son dos versiones
del mismo rostro de una religión neoliberal, cuyos actos y desmanes simbólicos,
incluida la “guerra espiritual” para la reconquista territorial de espacios
ocupados o amenazados, según ellos por deidades paganas -la bandera Whipala y
La Virgen de los Ángeles, respectivamente-. Esta nueva forma religiosa se
convierte en un factor muy importante a considerar dentro de la estrategia de
revitalización geopolítica del capitalismo neoliberal globalizante.
Cuando hablamos de religión neoliberal, se trata de
un fenómeno de dos vertientes. Por una parte, el neoliberalismo se convirtió en
religión al instaurar el reino del mercado –“idolatría del
mercado”(Hinkelammert)– que ofrece prosperidad y riqueza a cambio de sacrificios humanos y
eco-ambientales. Por otra, el fundamentalismo religioso se secularizó asumiendo
esa doctrina y revistiéndola con la seudoteología de la prosperidad. Ambos se
convierten en los nuevos vendedores de “indulgencias” para acceder al reino de
la prosperidad material en este mundo. Y se alían para emprender una nueva
reconquista política y religiosa en
América Latina
Esta
estrategia de reconquista religiosa fundamentalista se inscribe en el marco de
una política de contención y desarticulación del progresismo latinoamericano. Y
la derecha, al nuevo estilo teocrático de Donald Trumph y Jair Bolsonaro, ha encontrado,
especialmente en el fundamentalismo neopentecostal,
un aliado religioso clave para cohesionar y movilizar a sectores populares contra
estos movimientos progresistas. Como señala Dussel, es una especie de
cristianismo occidentalizado, de raíces en el evangelismo norteamericano, que
“se propaga en el pueblo contra el pueblo”.
La nueva religiosidad neoliberal irrumpe en el escenario político
latinoamericano como parte de la estrategia geopolítica de los poderes
fácticos, para oxigenar el decadente proyecto globalizador neoliberal. Es la
interminable conquista que hoy vuelve a la viejas vías golpistas, apostando por
el poder blando o suave (soft power, Nye).
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