Los sucesos en Ecuador, Chile y Perú, en estas
últimas semanas, están demostrando que la restauración neoconservadora en
América Latina y el Caribe se encuentra en estado terminal.
Tony
López R. /Especial para Con Nuestra América
Desde La Habana, Cuba
Muchos son los artículos, análisis y editoriales de
la prensa, y de los medios alternativos de comunicación social, que sustentan
la tesis de que el ciclo progresista que se abrió con los triunfos electorales
del presidente Hugo Chávez en Venezuela, en 1999, de Luis Ignacio Lula da Silva
y Dilma Ruseff en Brasil, de Néstor y Cristina Kirchner en Argentina, de Rafael
Correa en Ecuador y Evo Morales en Bolivia, y Daniel Ortega en Nicaragua ha
terminado, nada más alejado de la verdad.
Nicaragua, Venezuela y Bolivia, dónde se acaba de
producir la reelección de Evo Morales Ayma, continúan exitosamente dando su
batalla contra la injerencista política de Estados Unidos y sus aliados en la
región y la promesa del presidente Donald Trump, de que eliminará de nuestro
hemisferio a los gobiernos de carácter socialista, incluida la Cuba,
revolucionaria, contra la cual está aplicando una genocida política de bloqueo
y aislamiento, pero todas sus leyes y medidas a causado el efecto contrario a
lo que el desea, la resistencia y la unidad del pueblo cubano, se ha hecho más
fuerte y sólida la idea de continuar la construcción del socialismo.
Mientras que el descontento y la oposición al
gobierno de Jair Bolsonaro es cada vez más creciente y con un alto repudio a
sus políticas represivas, neoliberales y subordinadas a Estados Unidos. La
grave crisis ecuatoriana aún no está normalizada como tratan de presentar los
voceros del gobierno de Lenin Moreno y los hegemónicos y derechistas medios
ecuatorianos e internacionales. En Argentina estamos a horas de conocer cuál
será el resultado de los comicios presidenciales, de acuerdo a las
informaciones y las encuestas dan como seguro ganadores a la formula peronista
Alberto y Cristina Fernández, quienes ya reiteraron que su gobierno revisará la
política de subordinación económica al FMI y se alejaran de la política
exterior del actual gobierno, incluyendo su salida del Grupo de Lima.
Es claro que para entender lo que está sucediendo
hoy en Suramérica, debe ser objeto de análisis profundo y riguroso y no
simplista, como los que señalan este fenómeno como un nuevo radicalismo en
América Latina y la lucha entre dos polos: los neoconservadores y neoliberales
y las fuerzas de izquierda y nacionales. El tema no es por una disputa
política, no se trata de eso, se trata de lograr gobiernos que se dediquen a
llevar a sus países a consolidar un modelo económico, social y político que
pueda satisfacer las crecientes necesidades de sus ciudadanos y que nunca podrá
alcanzarse con un modelo neoliberal y neoconservador, que solo privilegia a las
grandes trasnacionales y al gran capital industrial y financiero nacional, en
detrimento de sus pueblos.
Los problemas son otros, ni tampoco es la
existencia de un nuevo radicalismo, se trata de que las fuerzas de izquierda,
lejos de unirse en los problemas cruciales de la sociedad, se pierden en
debates internos algunos por vanguardistas
y otros por sectarios y dogmáticos, se dividen, como sucedió con la
decisión de la cúpula de la CONAIE, de aceptar el diálogo con Lenin Moreno y
darle la espalda al resto de los sectores que iniciaron el paro y las
movilizaciones, incluido a los integrantes del Compromiso Social/Revolución
Ciudadana, que lidera Rafael Correa, una decisión que tuvo un importante costo político, porque Moreno,
como pronostiqué en mi artículo anterior, no cumplió con la CONAIE y el movimiento indígena rompió el diálogo
con el Gobierno.
El conflicto ecuatoriano no ha concluido y
pendiente a las decisiones y medidas que tome el gobierno, será a partir de
allí, que se podrá evaluar cual será el rumbo que tome la oposición, incluyendo
al movimiento indígena. Lo cierto es que, por el momento, la impunidad y la
confusión en la sociedad ecuatoriana, es la que está ocupando el escenario
político, económico y social.
Lamentablemente la izquierda, frente a los
problemas cruciales de la sociedad, se sumerge en temas que la fracciona,
algunos en luchas por el poder y el vanguardismo y otros por diferencias
ideológicas, cuando lo importante es la sólida unidad de los sectores de
izquierda frente al tema central, como por ejemplo en Chile hoy, lo central es
lograr la Asamblea Constituyente, la renuncia de Piñera y la convocatoria a
unas nuevas elecciones.
Marchar unidos y lograr estos tres objetivos sería
un triunfo estratégico, para que Chile salga del pantano putrefacto del
pinochetismo y, se logre así, honrar a Salvador Allende y todos los patriotas
chilenos que fueron desaparecidos y cayeron combatiendo la dictadura de Augusto
Pinochet, impuesta por Estados Unidos, cualquier otra salida y aceptar lo
que propone Piñera de pedir la renuncia a sus ministros, cuando es él
quien debe renunciar, sería como traicionar a los hombres, mujeres, jóvenes y
niños, que han marchado, se han manifestado y una grave ignominia con los muertos, heridos, torturados, desparecidos y
prisioneros.
Los sucesos en Chile, país que era mostrado por los
neoconservadores como la joya del modelo
neoliberal, son viva expresión de la decadencia y muerte de un modelo
socio-económico y político que sembró de miseria y exclusión nuestra región, como se está apreciando en Argentina, con el
gobierno de Mauricio Macri, que ha provocado en ese rico país, el mayor
desastre económico en la historia de ese
pueblo y que mañana domingo 27 de octubre será el pueblo el que decida,
cuál será el nuevo rumbo político y económico que tomará esta nación, con la casi segura elección de la fórmula presidencial de Alberto y
Cristina Fernández, que enfrentará a Mauricio Macri y al actual modelo neoliberal.
Por otra parte, el triunfo y relección del
presidente Evo Morales Ayma, con el 47.08 por ciento de los votos y con la
diferencia del 10 por ciento de su más cercano adversario, como lo establece la
Constitución boliviana, el Tribunal Superior Electoral que lo declaró ganador,
es amenazado por una derecha que no acepta perder y promueve la desobediencia
civil e incluso en la preparación un golpe de Estado, alentado por Estados
Unidos y el Secretario General de la OEA, según denunció el propio presidente
Morales.
Los lectores deben conocer que esas posiciones de
los sectores más reaccionarios en Bolivia, están recibiendo el apoyo del
Secretario General de la OEA, Luis Almagro, conocido y descarado operador
político del gobierno de Donald Trump en la OEA, quien está tratando de jugar
la misma carta, que ha venido jugando con Venezuela. En Bolivia quiere promover la ilegitimidad de
Evo Morales, por eso la reacción del recién electo Presidente de invitar a EE:
UU, Brasil, Argentina y Colombia cuyos gobiernos se han hecho eco de las
posiciones de Almagro, para que realicen una auditoria y deja abierta la
invitación a cualquier país que se quiera sumar.
Era de prever las posiciones de los países que han
asumido la orientación de Estados Unidos a través de Almagro, la catadura moral
de esos gobiernos y su subordinación a Estados Unidos, es bochornosa y los
graves problemas que le aquejan lo quieren tapar con cumplir lo que le dictan
desde Washington, que moral tiene el presidente Iván Duque de descalificar las
elecciones en Bolivia, si en las elecciones de medio término a celebrarse
mañana 27 de octubre las denuncias de fraude, pero más grave aún, siete candidatos alcaldías
opositores al gobierno de Duque
en Colombia, han sido asesinados.
Por otra parte, no puedo dejar de mencionar a Luis
Almagro y a Michele Bachelet, en el tema de la violación a los derechos humano
en Chile y Ecuador y el silencio de estos funcionarios de la OEA y la ONU,
donde se cuentan decenas de muertos, miles de heridos y detenidos, pero Almagro
y la señora Bachelet, solo tienen ojo y oídos para denunciar a Venezuela,
Bolivia y Nicaragua.
Los sucesos en Ecuador, Chile y Perú, en estas
últimas semanas, están demostrando que la restauración neoconservadora en
América Latina y el Caribe se encuentra en estado terminal.
(*) Periodista, politólogo y analista internacion
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