El llamado que ha
realizado el presidente a los excarabineros y exfuncionarios de la policía
civil a incorporarse a la fuerza, puede interpretarse como una medida
desesperada y desconfiada del gobierno, que, al no contar con el apoyo militar,
refuerza a Carabineros de Chile con el objetivo de defenderse tanto de la
ciudadanía como –tal vez- de las propias FFAA. Todo puede suceder. Nada hay que
descartar.
Juan Carlos Gómez Leyton / Especial para Con Nuestra
América
Desde Santiago de Chile
La Huelga General
convocada por la mesa de UNIDAD SOCIAL ha sido exitosa, masiva y combativa. El
gobierno acuso el golpe y se encuentra, para decirlo, en términos boxísticos,
en las cuerdas e incluso algunos del rincón discuten la posibilidad de “tirar
la toalla” para que no sea noqueado. Su total desesperación y, sobre todo,
desconcierto, perdida de brújula política ha quedado demostrado con la cadena
nacional de hoy, 12 de noviembre, donde nuevamente a demostrado su soledad
política, a pesar de estar acompañado de dos de sus Ministros de Estado.
En un discurso
totalmente incoherente ante el momento actual. Vuelve a fojas cero, o sea, al
día 18 de octubre, cuando señalo que todo lo que se vivía el país, era la
acción de “vándalos y de delincuentes”. Y, por esa razón, busca dar una
solución policial al problema, al convocar o llamar a todos los excarabineros y
exPDI a reintegrarse a la fuerza policial. Esta medida evidencia que el
Ejecutivo no cuenta con fuerzas represivas suficientes para sofocar la rebelión
popular. No tiene el apoyo de las Fuerzas Armadas. Este es un punto delicado
como también esperanzador como expondré más adelante.
Luego de este insólito
anuncio. El presidente establece un plan político que contienen cuatro puntos,
a saber: a) Un acuerdo nacional por la Paz; b) Un acuerdo nacional para
condenar la violencia, c) un acuerdo nacional por una nueva Constitución y d)
invocación de la Ley de Seguridad del Estado en contra de todas las personas
que hayan incitado, participado o promovido la comisión de delitos durante las
movilizaciones sociales.
En verdad este plan es
demostrativo de la debilidad política del Ejecutivo, o sea, del Gobierno como
también del Estado y, si se quiere del bloque dominante. El aparato de político
de la dominación está paralizado. No sabe quehacer. El desconcierto es total.
Voy señalar algunos estos desaguisados gubernamentales que no ayudan en nada a
lograr canalizar la demanda ciudadana.
Primero. Al comienzo de
la rebelión social, el gobierno considero que estaba en guerra “contra de un
enemigo poderoso”. Hoy, a los 26 días del estallido social, parece ser que la
guerra la está perdiendo. Y, por esa razón, llama a la Paz. Hacer este llamado
es un absurdo político total, pues el país no esta guerra. Y, si fuera cierto
que la paz social esta alterada, ella tiene una solución simple y breve, que el
presidente Piñera y su gobierno, renuncie. Abandonando el poder ejecutivo de la
misma manera que lo hicieron los expresidentes: Fernando de la Rúa, en
Argentina; Fernando Lugo, en Paraguay; o Pedro Pablo Kuczynski, entre otros, todos
ellos presidentes que fueron obligados a renunciar ya sea, por masivas
movilizaciones sociales o quiebres políticos institucionales. El presidente
Piñera debiera tomar algunos de esos ejemplos. Para restaurar, la paz,
supuestamente quebrada o alterada.
Segundo, sin embargo,
insiste en quedarse en el poder. Y por esa razón, convoca a todos los partidos
políticos del orden neoliberal (Chile Vamos y opositores) a condenar la
violencia que, supuestamente, estarían ejerciendo los sectores sociales
nombrados como “vándalos y delincuentes” “-el enemigo poderoso-” y, al parecer
ellos estarían ganando la guerra.
Este llamado da cuenta
lo ciego y sordo que esta el Ejecutivo, pues no ha comprendido que la rebelión
ciudadana y popular no solo demanda una nueva Constitución Política, sino que
también busca y exige que todos los partidos políticos y la clase política
enquistada y defensora de ese orden, se vayan. No entiende que esta lucha es
contra el sistema político y sus actores. En otras palabras, que se vayan
todos.
Los partidos del orden,
por cierto, que van a condenar la “violencia social”, para eso, no requiere un
acuerdo nacional, pues estos lo han hecho en repetidas ocasiones y son
majaderos en ello. Es más, estos han dividido a los sujetos movilizados en dos
grupos: los manifestantes “pacíficos” y los “violentistas”. E, incluso, algunos
políticos, han señalado que son estos últimos los que debieran recibir los
disparos de balines que realizan las fuerzas de orden y no los primeros. O sea,
para estos partidos del orden que las Fuerzas Especiales de Carabineros, maten
o dejen ciego o herido a un “pacifico” es condenable, pero si matan, o dejan
ciego o herido a “violentista”, es válido.
En consecuencia, este
llamado solo busca atraer hacia la estrategia política del ejecutivo a los
partidos opositores que siempre han tenido una postura contraria a la
“violencia social y política” popular y ciudadana y favorecedores de la
“violencia política estatal”. Generando, una nefasta política de fragmentación
y división entre la ciudadanía movilizadas. Similar a la seguida por los
sectores opositores a la dictadura de Pinochet, entre aquellos, como decía P. Aylwin,
tenían las “manos limpias” y los que tenían “manos sucias”, o sea, con sangre.
Esta odiosa división fue avalada por los partidos políticos que ingresaron al
orden pinochetista y lo mantienen hasta el día de hoy.
Aquí nuevamente, el
Ejecutivo yerra. Pues, en la movilización social actual los partidos políticos
del orden no tienen nada que decir ni hacer que no sea irse y dejar el espacio
de la representación en manos de las y los ciudadanos movilizados. Estos no los
quieren ni les creen. Son parte de la basura histórica y política que hay que
botar para limpiar la sociedad nacional a objeto de construir el nuevo y
renovado régimen democrático. Lo más probable que los partidos del orden
subscriban un acuerdo de esta naturaleza. Pero, ello no va a detener la
movilización social. Todo lo contrario.
Tercero, para, resolver
la guerra que pierde el Ejecutivo propone un acuerdo nacional por una nueva
constitución política y la única participación política que ofrece a la
ciudadanía sería la de votar en un referéndum aprobatorio de una nueva
Constitución elaborada por la clase política. Otro yerro más del presidente y
su gobierno. La ciudadanía movilizada exige participación directa en la
elaboración de una nueva constitución. No votar en un plebiscito de entrada o
de salida. Quiere ser sujeto y actor de la redacción de ella, a través de una
Asamblea Constituyente, democrática, plural, participativa, diversa, y, sobre
todo, sin mediadores. Ese es el mensaje. Y, él, no ha sido escuchado ni por el
gobierno ni por los partidos del orden. El objetivo ciudadano es ejercer el
poder constituyente originario de manera directa para cambiarlo todo. Mientras
eso no se logre el estado de rebeldía va a continuar.
Cuarto, como siempre el
Ejecutivo criminaliza la protesta al plantear que se va querellar en contra
aquellos que han “incitado, participado o promovido” la movilización social. Lo
que significa iniciar una persecución policial contra de los dirigentes
sociales, políticos y ciudadanía que han apoyado dicha movilización. Lo cual a
todas luces es un absurdo y, por cierto, una amenaza abierta que contradice su
espurio llamado a la paz.
Este punto es de
cuidado, puesto que puede abrir una “cacería” de ciudadanos movilizados,
utilizando la delación y el soplonaje, etcétera. Frente a este escenario se
requiere que tanto el Instituto Nacional de Derechos Humanos como la Comisión
Nacional de Derechos Humanos, tengan una actitud y una posición más activa en
la defensa de la ciudadanía antes los constantes atropellos de los agentes del
Estado. Para eso, se requiere la movilización y la participación de decenas de
abogados democráticos que se pongan al servicio de estos organismos para
defender a las y los ciudadanos que pueden ser inculpados por el Estado.
Quinto, es preocupante
el silencio de las Fuerzas Armadas. Esto por dos razones. La primera, que su
silencio obedezca a un repliegue táctico y organizativo para coordinar de
manera más eficiente la acción militar destinada a sofocar la rebelión social e
imponer la paz de las bayonetas. Si hay este repliegue, nos estaría confirmando
que probablemente estén dispuesto a dar un “golpe” estilo Honduras contra el
presidente Zelaya, en el 2009, o al estilo boliviano, que obligó al presidente
Evo Morales, a renunciar. Lo cierto es que el gobierno de Piñera no cuenta con
el apoyo de la FFAA, pero, ello abre el escenario para un “golpe militar breve”
y de contención.
Segundo. Tal vez,
estamos en presencia de unas FF.AA. profesionales y que, a lo largo de estos
últimos, digamos, 20 años, desde la detención de Pinochet para acá y con la
renovación de la mayoría de alta oficialidad que pertenecía al “ejercito” del
dictador, este se hayan “democratizado”, sin que nadie de la sociedad civil y
de la sociedad política se haya enterado. O, tal vez, producto, del
desprestigio que tienen ante la sociedad, ya sea, porque su excapitán general,
resulto no solo ser un brutal dictador, sino, además, corrupto y ladrón. Y, que
muchos de sus generales, violadores de los derechos humanos que hoy están encerrados
en Punta Peuco, además, que sus más recientes Comandantes en Jefes, estén
involucrado en casos de corrupción. Todo ello, les impide moral y éticamente
actuar frente a una ciudadanía que los desprecia con igual intensidad o más que
a los políticos, a los empresarios, a los miembros de la Jerarquía Católica,
etcétera. Por cierto, esto es así, las FFAA estarían inhibidas para actuar
contra la ciudadanía. Lo cual sería muy positivo para contar con FFAA
democráticas o en procesos de democratización profunda. Pero, hay peligros
asociados a esta situación.
Existe un antecedente
histórico que hace que, el anterior punto, aunque pueda ser positivo abra otro
negativo. Cuando las FFAA entraron a participar activamente en política, en el
siglo XX, ante una crisis social, política e institucional, fue en 1924, cuando
destituyeron al Presidente A. Alessandri Palma y tomaron el control del país,
imponiendo luego la dictadura militar del General Carlos Ibáñez del Campo,
siendo este derrocado por una movilización social ciudadana en junio de 1931.
Luego intentaron con Marmaduque Grove imponer el socialismo en Chile, en 1932,
a través de un “golpe militar” con la llamada República Socialista, que duró 12
días. Desde ese momento por diversas razones las FFAA volvieron a sus cuarteles
bastante desprestigiadas ante la ciudadanía como también ante el poder
político.
El poder político del
Estado, o sea, gobierno, en 1932, con la vuelta de Alessandri, no contaba con
Fuerzas Armadas confiables. Ante lo cual el ejecutivo tomo dos decisiones, (a)
fortalecer la policía, especialmente, a Carabineros, militarizándola; y (b)
apoyando de manera encubierta a la Milicias Republicas, o sea, a civiles en
armas. Estos dos dispositivos represivos, el ejecutivo, busco controlar tanto
el orden interno como cualquier otro intento de intervención del Ejército,
especialmente, en política.
El llamado que ha
realizado el presidente a los excarabineros y exfuncionarios de la policía
civil a incorporarse a la fuerza, puede interpretarse como una medida
desesperada y desconfiada del gobierno, que, al no contar con el apoyo militar,
refuerza a Carabineros de Chile con el objetivo de defenderse tanto de la
ciudadanía como –tal vez- de las propias FFAA. Todo puede suceder. Nada hay que
descartar.
Por todo lo anterior,
los convocantes de la Huelga General, debieran lo antes posible volver a
convocar a una nueva huelga general, pues el gobierno está lo suficientemente
debilitado para obligarlo, mediante la movilización social permanente, a
renunciar. Para instaurar un gobierno temporal cuya principal tarea sea
convocar a un proceso constituyente donde las ciudadanías participen de manera
activa y directa, con el objeto de elaborar una nueva constitución política.
Esa es la tarea de los próximos días.
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