La situación del país tiende a la cronificación, porque ni la “Operación libertad” dispone de la fuerza para deponer a Nicolás Maduro de la presidencia, ni el Gobierno puede alcanzar una hegemonía que conduzca a la estabilización, ya que en el juego de fuerzas cuenta el peso de la acción directa estadounidense en cuanto a las sanciones y el “poder dual”.
Leopoldo Puchi / El Universal
Poniendo de lado la discusión sobre el número de asistentes, lo que muestra el 16-N y las convocatorias a protestas de esta semana es que la operación iniciada en enero de este año para provocar un “cambio de gobierno” no ha podido concretarse, porque no se ha logrado alterar la correlación de fuerzas de una manera definida a favor del campo, internacional y nacional, contrario al sector gubernamental.
Por supuesto, la frustración que genera el alejamiento de la meta se traduce en menor participación de la porción de la población que sigue a la oposición. Sin embargo, no residía en esa movilización el plan estratégico elaborado, ya que esas movilizaciones tenían asignado un rol complementario.
SANCIONES
En el diseño de la política de “cambio de gobierno”, la acción estratégica de profundidad apuntaba a un estallido social, que a su vez estremeciera al estamento militar y provocara un golpe palaciego o un levantamiento.
En ese eje estratégico, el vector principal es el de las sanciones, es decir, el bloqueo petrolero y financiero dirigido a disminuir al máximo el ingreso de divisas a Venezuela, lo que a su vez se ha traducido en una caída drástica de las importaciones de alimentos, medicinas y de insumos para la industria y la agricultura.
Se esperaba que el malestar social que se crearía por el empeoramiento de una situación económica ya muy deteriorada conduciría a un aumento del descontento social, a un punto en que ya no sólo se movilizarían las masas políticamente afectas a la oposición, sino que se produciría un caos social, con sus respectivos motines y desordenes incontrolables.
CRONIFICACIÓN
El flujograma falló y no ocurrió el estallido social. Tampoco se produjo el alzamiento militar. De manera que la situación del país tiende a la cronificación, porque ni la “Operación libertad” dispone de la fuerza para deponer a Nicolás Maduro de la presidencia, ni el Gobierno puede alcanzar una hegemonía que conduzca a la estabilización, ya que en el juego de fuerzas cuenta el peso de la acción directa estadounidense en cuanto a las sanciones y el “poder dual”.
En consecuencia, habría que estudiar, de lado y lado, otras posibilidades de desarrollo de los acontecimientos que permitan salir del estado actual, que puede durar meses o años.
Se trataría de trabajar un entendimiento de mediano y largo plazo, en el que se abra el camino a la alternancia en el Ejecutivo, sin que esto signifique una “ruptura revolucionaria” del sistema. Un acuerdo en el que los poderes públicos sean compartidos, se preserve la independencia nacional y se adopten de forma común los parámetros de un modelo económico y social.
Los pasos a dar en lo inmediato incluyen dejar de lado el “poder dual”, acordar elecciones parlamentarias y garantías para que a mitad de período se celebre efectivamente la consulta del referendo, que pudiera dar lugar a elecciones presidenciales. Todo esto en el marco de un acuerdo global.
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