Es obvio que cada generación ha tenido que
lidiar con situaciones propias del contexto histórico que le ha tocado vivir, y
que estas circunstancias generan distintas visiones del mundo, pero si además
añadimos la velocidad y complejidad con que cambian los códigos de comunicación
en tiempos de Internet, donde los emojis, las retóricas y las imágenes están en
resignificación permanente, es lógico que recrudezcan los conflictos entre
distintas generaciones.
Claudia
Cordero / La Estrella de Panamá
A raíz de las manifestaciones juveniles que en
los últimos meses se han tomado distintas ciudades en todo el mundo, han vuelto
a surgir las típicas pugnas intergeneracionales donde vuelan los reproches y
las etiquetas en todas las direcciones. Los jóvenes que marchan en Europa
contra la crisis ambiental planetaria, los estudiantes que iniciaron las
protestas en Chile liberando la entrada del metro, los que han protagonizado
las últimas manifestaciones por el #NoAaLasReformas en Panamá… en todos los
casos se han generado opiniones encontradas, pero lo común han sido las
comparaciones y referencias a 'millennials', 'centennials' (con menor
frecuencia) o 'boomers'. Estos últimos –nacidos entre el '46 y el '64–, se han
mostrado especialmente cascarrabias con respecto a la juventud que protesta, y
rápidamente se han convertido en el blanco de la más reciente ola de chistes y
memes en Internet.
Para muestra, entre los jóvenes ha proliferado
el uso de la frase “ok, boomer” para desestimar con ironía las opiniones
consideradas anticuadas, insensibles o fuera de lugar por parte de cualquiera
que pertenezca a esa generación. Incluso una joven diputada neozelandesa la
utilizó en días pasados para silenciar a un colega mayor que quiso
interrumpirla en plena sesión, y los jóvenes panameños de capas medias,
protagonistas de las recientes protestas por el #NoAaLasReformas, también han
aprovechado la tendencia para hacer rabiar a sus detractores, cuya facilidad
para enojarse los ha hecho presa fácil del sarcasmo y la ironía millennial.
Anteriormente he argumentado que utilizar estas
categorías etarias en Panamá es problemático. Al ser etiquetas que corresponden
a contextos sociohistóricos ajenos al nuestro, resultan insuficientes para
pensar la realidad, además de que pretenden explicar fenómenos sociales
complejos reduciendo sus causas a estereotipos simplistas que dejan de lado el
análisis de clase, ideológico, étnico-cultural, entre otros matices importantes
(ello aun en Estados Unidos, que es donde se originan). Aun así, es inevitable
que la gente las utilice coloquialmente, y no deja de ser cierto que, pese a
sus insuficiencias explicativas, estas construyen narrativas que refuerzan
identidades generacionales, así como pertenencias y disidencias.
La identidad en general, pero en particular la
generacional, suele ser problemática o polarizante porque, además de implicar
conceptos abstractos, se construye siempre en oposición a un Otro. Es obvio que
cada generación ha tenido que lidiar con situaciones propias del contexto
histórico que le ha tocado vivir, y que estas circunstancias generan distintas
visiones del mundo, pero si además añadimos la velocidad y complejidad con que
cambian los códigos de comunicación en tiempos de Internet, donde los emojis,
las retóricas y las imágenes están en resignificación permanente, es lógico que
recrudezcan los conflictos entre distintas generaciones. Al mismo tiempo,
parece haberse intensificado la tendencia de reducir los problemas de la
sociedad a las acciones y los errores de una generación o de otra, y es una
visión explotada por los medios de comunicación que se nutren de la polémica
vacía.
Sin romantizar ni fetichizar la juventud, el
pasado 7 de noviembre fue un día histórico en que los jóvenes manifestantes del
#NoALasReformas plantearon sus demandas y reivindicaciones en la Asamblea
Nacional, y fueron vistos y escuchados por todo el país. Nunca, o al menos no
en la historia reciente, se había visto tanta diversidad en ese recinto, ni se
había abordado la desigualdad en tanto principal problema del país. Para muchos
—tanto jóvenes como no tan jóvenes—, este hecho ha reavivado la esperanza de
construir un país diferente, pero también ha sido mal recibido por muchos otros
que temen al cambio (ok, boomers).
No somos lo suficientemente conscientes del
continuum histórico del que somos parte, ni de la interdependencia de los
fenómenos y de los seres humanos más allá de grupos etarios con sus respectivos
nichos de mercado. Al igual que no todos los jóvenes desdeñan la experiencia y
la sabiduría acumulada por sus mayores, tampoco todos los mayores miran de
menos y subestiman a la juventud, pero lo cierto es que la superación de las
actuales crisis dependerá de que sepamos conjugar la experiencia y el
conocimiento de los que tienen más recorrido, con el ímpetu y la visión fresca
de quienes apenas comenzamos a luchar, entendiendo que en ambas es posible
encontrar sabiduría transformadora.
No hay comentarios:
Publicar un comentario