Con hipocresía farisea este régimen oligárquico y neoliberal ha negado
el golpe en Bolivia y hasta el asilo a
otros funcionarios del gobierno depuesto en la sede de nuestra
embajada bajo el pretexto –eso anotician los periódicos en la fecha- ¡que no hay más lugar en la residencia!
Carlos María Romero Sosa
/ Especial para Con Nuestra América
Desde Buenos Aires, Argentina
La derecha argentina celebra el golpe contra Evo Morales |
De consolidarse el golpe de estado fascista en la República
Plurinacional de Bolivia, con las características racistas de que hace gala la
ultraderecha que lo impulsó y será notoriamente la beneficiaria económica del
cambio de política distributiva y de bienestar, que promovió el presidente
bolivariano Evo Morales y el Movimiento al Socialismo que lidera, la República
Argentina debería, al menos, retirar a su embajador en La Paz. Hay un
antecedente en la materia: el gobierno del doctor Raúl Alfonsín rompió en 1986 relaciones
diplomáticas con el régimen colonialista sudafricano del apartheid, después de
suscribir por ley 23.221 la Convención Internacional sobre la Represión y el
Castigo al Crimen del Apartheid, aprobada
por la Asamblea General de la ONU el 30 de noviembre de 1973.
Por ahora, a escasos días que las Fuerzas Armadas “aconsejaran” la
renuncia del presidente constitucional y
a horas que la senadora opositora Áñez, salteando a la presidenta del Senado,
la politóloga Adriana Salvatierra, a quien constitucionalmente le corresponde
asumir la primera magistratura, se autoproclamara presidenta interina de
Bolivia, con el inmediato reconocimiento de los Estados Unidos de Trump y del
inefable también autoproclamado espécimen venezolano Guaidó, todo está
perfectamente claro entre las nubes de los gases lacrimógenos, las balas de
goma y otras de plomo lanzadas contra el pueblo del país del Altiplano lanzado
a las calles.
Porque es evidente que la policía, las Fuerzas Armadas, la jerarquía de
una iglesia católica con minúscula, que más temprano que tarde deberá dar
cuenta ante la justicia terrena y por cierto ante Dios de su secular matrimonio
con los poderosos de este mundo, las grupos evangélicos ultra reaccionarios, la
población blanca y semiblanca liderada por empresarios gasíferos de Santa Cruz
de la Sierra –la nueva Rosca en sustitución de la otrora del estaño de los
Patiño y Aramayo- agraviados por la
política soberana en hidrocarburos de
Morales, como el impresentable fundamentalista Luis Fernando Camacho Vaca
agazapado tras su Biblia, no buscan otra cosa -y nadie se engañe: no pueden
buscar otra cosa-, que no sea retrotraer al país a los tiempos de la dominación
hispánica con sus modos de explotación precapitalista a través del mitaje y el pongueaje, recién abolidos por el
gobierno del coronel Gualberto Virrarroel en 1945, el presidente colgado por
las turbas en un farol de la Plaza Murillo y acusado por los Estados Unidos de
simpatizante del Eje, al igual por estos lugares y al mismo tiempo que otro coronel llamado Juan Perón.
Entonces, como aquí a las huestes de la Unión Democrática, también los estudiantes
de izquierda se sumaron a la crítica furiosa del militar patriota y popular que
había acuñado aquella frase que supo repetir en su homenaje Evo, al asumir en
un ritual andino por segunda vez, en 2010, la presidencia de la República
Plurinacional de Bolivia: “No soy enemigo
de los ricos, pero soy más amigo de los pobres”.
Con la verdad ni ofendo ni temo, era lema del Protector Artigas, y no se
trata de reabrir rencores ni de dividir el campo popular, pero se escucha en
estas luctuosas jornadas que minúsculos grupos de ultraizquierda vienen
criticando al presidente depuesto, amenazado de muerte y a salvo en el México
de López Obrador, como si fuera tan fácil modificar la realidad social
boliviana en pocos años.
¿Y por casa cómo andamos? Nada se
puede esperar de Mauricio Macri y su gabinete en retirada. Nada de su
canciller, una página negra en la
historia de nuestras relaciones internacionales, al decir del presidente
electo Alberto Fernández. Con hipocresía
farisea este régimen oligárquico y neoliberal ha negado el golpe en Bolivia y
hasta el asilo a otros funcionarios
del gobierno depuesto en la sede de nuestra embajada bajo el pretexto
–eso anotician los periódicos en la fecha-
¡que no hay más lugar en la residencia!
Los oficialistas y cortesanos macristas son los mismos que se cansaron
de llamar destituyentes a los manifestantes
que marcharon en contra de su
política de hambre y oprobio instaurada en estos cuatro años, siendo que lo
hacían en ejercicio del derecho de peticionar a las autoridades. Inventaron que
el peronismo quería revivir el helicóptero de de la Rúa y sus operadores del
tipo el diputado Iglesias, llenaron horas en los medios adictos para denunciar
un fantasioso riesgo de interrupción del orden constitucional; fake news como le llaman.
Y pobres los miembros del Partido Radical aliado al conservador PRO.
Pobres los legisladores radicales con su
rastrero buscar en la sesión del
Congreso Nacional del martes 13 de noviembre, el medio tono que sólo
habla de su medianía moral: es un golpe pero Evo Morales también es culpable,
adujeron. Un argumento que cambiando los nombres, no se le ocurrió ni a la
Corte Suprema de Justicia para convalidar en su hora –como lo hizo- la
revolución petrolera del 6 de septiembre de 1930 contra Hipólito Yrigoyen.
Pero todo se paga, a veces con el
castigo del olvido; y qué duda cabe, el pilatuno Macri, su ministro de
Relaciones Exteriores Faurie y el resto de sus CEOS en el poder, no entrarán ni
por un recodo como aquel por el que entró en el Credo el procurador de
Judea, en la mejor historia de la Patria Grande.
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