El mes de octubre de
2019 será recordado por el incremento ostensible de la lucha de los pueblos de
América del Sur en contra de un modelo neoliberal que se ha querido imponer a
sangre y fuego en la región y que parecía sólidamente asentado en la vida de
nuestros países.
Sergio Rodríguez Gelfenstein / Especial para Con Nuestra
América
Desde Caracas,
Venezuela
Aunque parece muy
lejano tras el intenso devenir de los últimos días, en Ecuador, tal como se
esperaba, se impuso una vez más el engaño, la mentira y la manipulación del
pueblo que a pesar de salir con valor a las calles hasta poner en jaque al
gobierno de Lenin Moreno, no pudo lograr cambios importantes en la orientación
del gobierno. Moreno se las arregló para sobrevivir, políticamente hablando,
después de acordar una reforma parcial con una directiva limitada y sectaria de
la Conaie, cuya gran capacidad de conducción en la lucha no se manifestó en el
momento de la negociación. Esto permitió presentar como victoria lo único que
obtuvieron: la anulación del aumento de los precios de los combustibles, al
mismo tiempo que desistieron de todas las otras demandas por las que se
movilizó el pueblo ecuatoriano y los indígenas de ese país.
A cambio, la Conaie
aceptó compartir con Moreno su profundo sentimiento de odio contra el ex presidente Correa y su gobierno, solo
porque –como todos saben en Ecuador- Correa no aceptó la solicitud de la Conaie
de que le concedieran tres ministerios en el gabinete a cambio de su apoyo al
gobierno.
Una semana después de
haberse iniciado las negociaciones, la Conaie se retiró de la mesa, porque como
era previsible descubrió –por enésima vez- el actuar engañoso natural de la
oligarquía ecuatoriana de la cual Lenin Moreno es un discípulo diseñado
especialmente para las nuevas condiciones del pos gobierno de la revolución
ciudadana, del cual emergió después de la traición, también propia y natural de
personas de su calaña.
Sin embargo, en Ecuador
nada será igual, el gobierno de Moreno está políticamente muerto, solo
manteniéndose en pie gracias al apoyo de Estados Unidos, los medios de
comunicación y los empresarios que son los grandes sujetos de la traición de
Moreno.
En Chile, por el
contrario, el pueblo movilizado de manera unitaria y sin manejo de organización
alguna que pudiera pactar con el gobierno, se mantiene después de 12 días en
las calles tras 30 años de ignominia durante los cuales 5 presidentes se
preocuparon de mantener incólume el modelo de Pinochet amparados en una
constitución ilegitima que les permitió maximizar ganancias, exacerbando el
modelo neoliberal de democracia restringida y violenta.
La respuesta de la
derecha pinochetista en el gobierno, encarnada por Sebastián Piñera fue
regresar a la represión propia de la dictadura, que ya había sido utilizada por
sus antecesores, especialmente por Michelle Bachelet en contra del pueblo
mapuche.
Paradójicamente es la
misma Bachelet la que tiene en sus manos el destino de Piñera. El lunes 28
debió llegar a Chile una comisión formada por sus representantes, pero ello no
se concretó toda vez que dicha embajada no arribó a Santiago a pesar que en la
búsqueda del éxito del show organizado al efecto, antes Piñera eliminó el toque
de queda, el estado de excepción e hizo cambio de nombres en su gabinete.
Como es habitual en
este tipo de misiones, Bachelet primero debió consultar a Washington, sabiendo
que la sentencia que ahí se dictaminara significaría que –tal como en el
imperio romano- el mandamás de la Casa Blanca sería quien decidiera si elevaba
su dedo o lo bajaba provocando el fin de Piñera.
Sabe también Bachelet
que tal decisión podría significarle otro regreso victorioso a la Moneda, sino
a ella, a alguno de sus copartidarios y entendió que no debía apresurarse ante
el botín que sin querer cayó en sus manos. En este sentido y ante la indecisión
de Estados Unidos, Piñera optó por cancelar las cumbres de la APEC y de Cambio
Climático que en noviembre y diciembre se iban a realizar en Santiago.
Pase lo que pase en
Chile, Piñera, al igual que Moreno en Ecuador, es un cadáver político, hoy
incluso bajo la sombra de una acusación constitucional en su contra por la represión
y la muerte de más de 20 ciudadanos. Su único objetivo ahora es tratar de
salvarse, minimizar daños y buscar una salida gatopardiana para el modelo
mediante cambios cosméticos que no lo modifican en lo sustancial.
Los positivos
resultados electorales en Bolivia y Argentina, el primero para fortalecer el
proceso de construcción del Estado plurinacional y el segundo para sacudirse 4
años de barbarie neoliberal apuntan a un nuevo momento de la región. El
presidente Evo Morales, ahora debe enfrentar la sedición de la derecha que como
ya va siendo habitual no sabe aceptar la derrota.
El modelo de democracia
teledirigido desde Washington a través de la OEA establece que cualquier
victoria popular que se exprese en las urnas por pequeños márgenes no será aceptada,
desatando de inmediato toda la parafernalia reaccionaria que incluye:
declaratoria de fraude, violencia callejera, no aceptación por parte de Estados
Unidos y sus satélites europeos y latinoamericanos de los resultados, puesta en
funcionamiento del ministerio de colonias para que avale todo lo anterior y
finalmente, amenazas de intervención, chantajes, bloqueos y sanciones
económicas.
La receta comienza a
ser reiterativa, pero los pueblos, así como aprendieron a ganar elecciones,
ahora han asimilado la necesidad de defender los resultados a pesar de todas
las plagas imperiales que se ciernen sobre ellos. El pueblo boliviano, su
gobierno y el presidente Evo Morales sabrán enfrentar esta situación y con la
inteligencia, la paciencia y la sabiduría acumulada durante varios siglos de
lucha, sabrán derrotar esta intentona que pretende retrotraer la historia.
En Argentina, el
peronismo unido casi en su totalidad, propinó una aplastante derrota por casi 8
puntos al presidente Mauricio Macri y a las prácticas neoliberales emanadas de
su gobierno, que sumieron al país en un cuatrienio de terror, que se manifiesta
en el deterioro de las condiciones de vida de los ciudadanos, un estado de
zozobra generalizado, el incremento de la pobreza, la entrega de la economía a
los fondos buitres y a la banca extranjera y una vergonzante regresión en
materia de la defensa inalienable de la soberanía de Argentina sobre las islas
Malvinas.
La conjunción de
acontecimientos en Argentina y Chile, junto al alzamiento del pueblo
ecuatoriano, la victoria electoral del presidente Evo Morales y la resistencia
de Cuba, Venezuela y Nicaragua a la voracidad imperial, son manifestaciones
contundentes -expresadas de manera distinta- de que, tal como dije en un
artículo anterior, esta vez no habría que esperar los 25 años que
transcurrieron entre Allende y Chávez para que los pueblos nuevamente asumieran
el protagonismo de los procesos de transformación de la sociedad, echando por
la borda la teoría de los ciclos, toda vez que la lucha es permanente y
dialéctica, con avances y retrocesos pero que se sigue revelando de forma
continua, constante y progresiva.
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