Para estos tiempos de movilización de pueblos contra la barbarie
neoliberal, la historia del pensar y el hacer político de nuestra América tiene
un valor inestimable. Tal el caso de la creación del Partido Revolucionario
Cubano, en la que tuviera un papel de primer orden José Martí.
Guillermo Castro H. / Especial para Con
Nuestra América
Desde Alto
Boquete, Panamá
¿Cuándo
un partido deviene "necesario" históricamente? Cuando las condiciones
para su "triunfo", para su ineludible transformarse en Estado están
al menos en vías de formación y dejan prever normalmente su desarrollo
ulterior.
Antonio Gramsci[1]
Antonio Gramsci[1]
En efecto, la lectura del Programa y los Estatutos de aquella
organización creada en 1892, recuerdan de inmediato –en esta región tan rica
en demagogos y caudillos– la observación de Antonio Gramsci en el sentido de
que “en la época moderna” el nuevo dirigente no podría ser ya un héroe
personal, “sino un partido político”, que en cada momento dado y en las
diversas relaciones internas de las diferentes naciones intenta crear “un nuevo
tipo de Estado”.
Si bien ese
partido sería sin duda “la expresión de un grupo social y nada más que de un
sólo grupo social”, en determinadas condiciones históricas podría ejercer “una
función de equilibrio y de arbitraje entre los intereses del propio grupo y el
de los demás grupos”, para que el desarrollo de su base social se produjera
“con el consentimiento y con la ayuda de los grupos aliados y en ciertos casos,
con el de los grupos adversarios más hostiles.” Así, añadía, el significado y
el peso histórico de un partido dependerían de la medida en que su actividad
hubiera influido o influyeraa “en la determinación de la historia de un país.”
La
existencia de un partido, por otra parte, requiere de tres elementos
fundamentales. En primer lugar, “hombres comunes, medios, que ofrecen como
participación su disciplina y su fidelidad, mas no el espíritu creador y con
alta capacidad de organización.” En segundo, “el elemento de cohesión
principal, centralizado en el campo nacional, que transforma en potente y
eficiente a un conjunto de fuerzas que abandonadas a sí mismas contarían cero o
poco más.” Y el tercero, un “elemento medio, que articula el primero y el
segundo en un sentido no sólo “’físico’ sino moral e intelectual.”
En cada
sociedad, la eficacia del partido dependerá de la proporción adecuada de estos
elementos. El máximo de esa eficacia, dice, tendrá lugar con el surgimiento de
una férrea convicción colectiva sobre la necesidad de una determinada solución
de los problemas vitales. En esa tarea, el segundo elemento dejará además “un
fermento que le permita regenerarse”, como lo hiciera el legado martiano el 26
de julio de 1953, para renovar el proceso de formación y liberación nacional
del pueblo cubano, en curso desde el 10 de octubre de 1868.
A esta luz
se facilita comprender que el Partido Revolucionario Cubano no naciera ni “de la vehemencia
pasajera, ni del deseo vociferante e incapaz, ni de la ambición temible; sino”
del empuje de un pueblo
aleccionado, que por el mismo Partido proclama, antes de la república, su
redención de los vicios que afean al nacer la vida republicana. Nació uno, de
todas partes a la vez. Y erraría, de fuera o de adentro, quien lo creyese
extinguible o deleznable. Lo que un grupo ambiciona, cae. El
Partido Revolucionario Cubano, es el pueblo cubano.[2]
No correspondía a un hombre solo, por virtuoso que fuera, la tarea
de transformar a un pueblo entero en un sujeto político dotado de conciencia
propia, y de la capacidad para ejercerla. Martí, por el contrario, veía en el pueblo
el producto “de muchas voluntades, viles o puras, francas o torvas, impedidas
por la timidez o precipitadas por la ignorancia”, para cuya construcción
política había que
deponer mucho, que atar mucho, que sacrificar mucho, que apearse
de la fantasía, que echar pie a tierra con la patria revuelta, alzando por el
cuello a los pecadores, vista el pecado paño o rusia: hay que sacar de lo
profundo las virtudes, sin caer en el error de desconocerlas porque vengan en
ropaje humilde, ni de negarlas porque se acompañen de la riqueza y la cultura.[3]
De
ese deponer y ese atar nació así “un partido de revolución,” para seguir “la
vía radical de los padres y criar raíces nuevas”, que facilitaran a los
revolucionarios “poner en obra política, alta y sostenida, su entusiasmo
romántico disperso,” y mostrarse “juntos en un plan inexpugnable para la obra
alta y sostenida, juntos, en una organización sencilla y sana, ¡para recoger y
fundir la revolución ambiente!”[4]
En
esa “revolución ambiente”, los partidos que “vienen a ser el molde visible del
alma de un pueblo, y su brazo y su voz”, contribuyen además a enriquecer el
proceso de forja de una cultura y una identidad colectivas, más y mejor
articuladas tanto a las necesidades de la nación como a las transformaciones en
curso en el sistema mundial. Así, en tiempos en que el Estado liberal
oligárquico alcanzaba sus mayores logros y el imperialismo emergía como la
nueva fuerza ordenadora del sistema mundial, el Partido Revolucionario Cubano
podía señalar que
En el fiel de América están las Antillas, que serían, si esclavas,
mero pontón de la guerra de una república imperial contra el mundo celoso y
superior que se prepara ya a negarle el poder, –mero fortín de la Roma
americana;–y si libres, –y dignas de serlo por el orden de la libertad
equitativa y trabajadora–serían en el continente la garantía del equilibrio, la
de la independencia para la América española aún amenazada, y la del honor para
la gran república del Norte, que en el desarrollo de su territorio–por
desdicha, feudal ya, y repartido en secciones hostiles, –hallará más segura
grandeza que en la innoble conquista de sus vecinos menores, y en la pelea
inhumana que con la posesión de ellas abriría contra las potencias del orbe por
el predominio del mundo.
Y de allí desprendía una advertencia tan vigente hoy como
entonces:
“Un error en Cuba”, decía Martí, “es un error en América, es un
error en la humanidad moderna. Quien se levanta hoy con Cuba, se levanta para
todos los tiempos.”
Quien lo dude, pregunte al Norte “revuelto y brutal, que nos
desprecia”, y a quienes desprecian a sus propios pueblos en la casa que debería
ser común. De boca de horno será hoy la claridad de la respuesta.
Alto Boquete, Panamá, 4 de noviembre de 2019
[1] Antonio Gramsci: Notas sobre Maquiavelo, sobre
política y el Estado Moderno. El moderno Príncipe. (Fragmentos) www.gramsci.org.ar
[2] “El Partido
Revolucionario Cubano”. Patria, Nueva
York, 3 de abril de 1892. Obras Completas. Editorial de Ciencias
Sociales. La Habana, 1975. I: 366.
[3] "El tercer año del Partido Revolucionario Cubano. El alma de la
revolución y el deber de Cuba en América" Patria, Nueva York, 17 de
abril de 1894. Obras Completas. Editorial de Ciencias Sociales, La
Habana, 1975. III: 138-143.
[4] “La proclamación del
Partido Revolucionario Cubano el 10 de abril”. Patria, Nueva York, 16 de abril de 1892. Obras Completas.
Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1975. I: 388 – 389.
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