Desperdiciada
fue la década para los que no han aprendido que el desafío fundamental de
nuestro tiempo es superar el modelo neoliberal, construir una alternativa
concreta, fortalecerla, generar un polo latinoamericano y mundial de superación
del neoliberalismo.
Emir Sader / Página12
Después de
agotar la posibilidad de caracterizar la situación actual de los gobiernos
progresistas latinoamericanos como una situación de “fin de ciclo” –en la onda
del fin de la historia, del fin de la oposición derecha/izquierda, del fin de
las ideologías y otras ondas sin fin–, surge la idea de que sería una década
desperdiciada. Nada de fundamental habría ocurrido, los gobiernos de Lula, de
los Kirchner, del Frente Amplio, de Chávez, de Evo Morales, de Rafael Correa,
habrían tirado por la borda una situación excepcionalmente favorable a la
izquierda y habrían favorecido el retorno de la derecha.
Fin de
ciclo ya está claro que no es, no surge nada de superador, ni por la derecha ni
por la izquierda. Al contrario, sea en Brasil, Argentina o en los otros países,
lo que surgen son procesos de restauración conservadora, de retorno del viejo neoliberalismo
de los años de 90.
Entonces
era necesario intentar descalificar los gobiernos que han traído los más
grandes avances para nuestros países en mucho tiempo, para lo cual se lanza la
idea de que habría sido una década desperdiciada. Como si las condiciones
fueran las mejores posibles y no se hubieran aprovechado.
Esos
gobiernos surgen a contramano de la fortísima onda global neoliberal, que
todavía subsiste, aun con la prolongada y profunda crisis internacional del
capitalismo. Mientras en el mundo aumentan las desigualdades, la miseria, la
pobreza, la exclusión social, la expropiación de derechos, en nuestros países
se ha avanzado en la dirección exactamente opuesta. Se ha disminuido mucho la
desigualdad en el continente más desigual del mundo. Se ha retomado el
crecimiento económico en medio de una acentuada recesión internacional.
Nuestros países han cambiado mucho su fisionomía respecto de lo que eran antes,
a pesar de los retrocesos a nivel global.
Pero eso se
habría debido solamente a los precios favorables de los productos primarios de
exportación, gritan las aisladas voces de la ultraizquierda. Antes estaban
altos esos precios y nada de eso había pasado y aun cuando esos precios han
caído, los gobiernos progresistas han mantenido sus políticas sociales.
¿Para quién
habría sido una oportunidad desperdiciada? Para los pueblos, seguro que no, que
se han aprovechado para luchar y conquistar derechos, apoyando a gobiernos que
los defendían. A lo mejor habrá sido una oportunidad perdida para la
ultraizquierda de probar sus tesis de siempre, que han pasado toda la década
sin apoyo popular.
¿Esos
gobiernos serían responsables por el retorno de la derecha? Entonces, ¿por qué
la ultraizquierda, que cree haber tenido siempre razón, no se ha fortalecido,
no se aprovechado del debilitamiento de los gobiernos progresistas y ha ocupado
su lugar? Simplemente porque no tiene ningún arraigo popular, porque sus
argumentos no han cuajado en ningún sector popular, no dirigen ninguna
experiencia de gobierno significativa, ni a nivel municipal, ni provincial,
menos todavía a nivel nacional.
Desperdiciada
fue la década para los que no han aprendido que el desafío fundamental de
nuestro tiempo es superar el modelo neoliberal, construir una alternativa
concreta, fortalecerla, generar un polo latinoamericano y mundial de superación
del neoliberalismo. El que no aprende de la historia sigue repitiendo lo mismo
que decían hace décadas, desperdiciando las enseñanzas de la historia. Esos no
tienen ni la perspectiva de repetirla, porque no la protagonizan nunca.
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