Destruir la
imagen de los líderes que más han fortalecido la democracia en nuestros países,
porque le han incorporado el apoyo de amplias capas del pueblo, antes siempre
excluidas y olvidadas por las elites, es un crimen en contra de la democracia,
perpetrado por los que quieren dirigir gobiernos antipopulares por sus
políticas.
La nueva
estrategia de la derecha latinoamericana tiene en los intentos de destruir la
reputación de los más grandes líderes populares de nuestros países su eje
principal de acción. No pueden comparar los gobiernos que hicieron –o que hacen
ahora– con los de esos líderes, porque pierden en todos los campos, entonces se
dedican a intentar destruir las imágenes de los dirigentes responsables de los
más grandes avances que nuestros países han tenido.
Cristina,
Lula, Dilma, no son más los presidentes que han rescatado a sus países de las
peores crisis de su historia, que han disminuido drásticamente la desigualdad,
la miseria, la exclusión social de sus sociedades, que han afirmado la
soberanía de sus países en el mundo, al igual que Evo, Rafael Correa, Pepe
Mujica. Son, según la derecha y sus portavoces, dirigentes corruptos,
comprometidos con malos manejos de los recursos públicos, que han logrado el
apoyo popular en base al uso de dinero mal habido. Total, serían como los
dirigentes de la derecha –Menem, Collor, Cardoso, De la Rúa, Macri, Temer–.
Todo sería igual, nada sería mejor.
Así la
derecha cree abrir camino para volver a gobernar sin sustos a nuestros países.
No tendría más que soportar a los sindicatos, a los movimientos sociales, a los
recursos canalizados para garantizar los derechos de todos. Tendría de nuevo el
Estado en sus manos, para promover y reforzar el interés de las minorías ricas,
que habían dejado de poder manejar el Estado y los gobiernos a su gusto.
Las
campañas en contra de Cristina, de Dilma, de Lula, sólo son posibles porque la
derecha sigue manejando el monopolio de los grandes medios, porque cuenta con
la complicidad del Poder Judicial de cada país, que calla frente a las
monstruosidades que los gobiernos de derecha cometen, pero se prestan a
perseguir, sin ninguna prueba, a los dirigentes populares cuyo comportamento es
inaceptable para la derecha, porque han demostrado que se puede y se debe
gobernar para las grandes mayorías, en contra de los medios y de los partidos
de la derecha.
La
destrucción de reputaciones por parte de los medios y del Poder Judicial es un
proceso de manipulación de la opinión pública como nunca se había conocido en
América latina. Acumulan sospechas sin pruebas, para provocar mecanismos de
rechazo de liderazgos con amplio apoyo popular, pero que en las capas medidas
suscitan fuertes resistencias, como si ellos fueron culpables de todos los
males.
Destruir la
imagen de los líderes que más han fortalecido la democracia en nuestros países,
porque le han incorporado el apoyo de amplias capas del pueblo, antes siempre
excluidas y olvidadas por las elites, es un crimen en contra de la democracia,
perpetrado por los que quieren dirigir gobiernos antipopulares por sus
políticas, pero que para ello necesitan inviabilizar los liderazgos que han
hecho exactamente lo opuesto de lo que ellos hacen, con lo que tratan de que a
los pueblos les parezca normal que se gobierne para las minorías más ricas del
país.
Liderazgos
como los de Cristina, Lula, Dilma, Evo, Rafael Correa, Pepe Mujica, entre
otros, son patrimonio de la democracia latinoamericana. Ya pertenecen a nuestra
historia, como dirigentes que han recuperado el prestigio de la política con
gobiernos que reconocen los derechos fundamentales de las grandes mayorías, que
han proyectado la imagen de nuestro continente en el mundo con políticas
soberanas y de integración regional y con todo el Sur del mundo.
Para la
derecha es indispensable afirmar que todos son lo mismo, que ellos son
corruptos, sí, pero que todos los políticos lo son. Y que si son todos iguales,
mejor gobiernan ellos, como siempre lo hicieron. Pero aquellos líderes prueban
que no todo es igual, que hay algunos que son mejores para los pueblos, para la
democracia, para nuestros países.
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