No entender la
importancia de la guerra mediática, no comprender su extensión y duración, sus
escenarios visibles e invisibles, sus bases materiales y sus bases subjetivas,
sus escuelas, sus tradiciones teóricas, sus bibliotecas y sus centros de
investigación… es tan irresponsable y tan suicida que no nos quedará margen de
lamento ni tiempo para lloriquear las consecuencias que imaginamos y las que
no.
Fernando Buen Abad / Rebelion
“Estamos a tiempo”.
Pronunció Walter Martínez
[1] el “Discurso de Orden” en
la entrega de los premios de periodismo 2016 en la República Bolivariana de
Venezuela. Walter fue receptor de tal premio, una vez más, por sus aportes al
periodismo latinoamericano y a la “batalla de las ideas”, también con herramientas
de comunicación e incluso dentro de los llamados mass media. Es
imposible reseñar el total de los temas tratados en tal discurso, pero es
indispensable subrayar uno de ellos que es preocupación permanente de Martínez
y tema obligado para un continente acosado por las bases militares y las “bases
mediáticas” que operan con toda impunidad e impudicia: La guerra mediática o de
"cuarta generación”. En “pleno desarrollo” (Walter Martínez Ipse dixit).
Lo que en la ceremonia de
premiación tuvo formato de “conferencia magistral”, cumplió con volver a
martillar sobre un yunque de principios y de acciones donde es necesario labrar
el plan conjunto de los pueblos revolucionarios hacia un frente de unidad para
la defensa y para la vanguardia de la comunicación emancipada y emancipadora.
La guerra mediática no es una ficción de mentes conspirativas, no es una
pesadilla hija de la indigestión, no es un ataque paranoico ni es un destilado
de morbos pensados para vender miedos rentables. Aunque a no pocos les parezca
exagerado, inverosímil o inaceptable.
Todas las formas del
énfasis y todas las tácticas y estrategias discursivas (pertinentes al formato
expositivo desplegado por Walter Martínez) fueron usadas para abrir cabezas y
despejar nubarrones… la guerra mediática está en marcha y sólo faltó tomar por
las solapas a los asistentes y sacudirlos para reiterar lo urgente y alarmante
de la situación enredada con nuestras debilidades y nuestras confusiones que, a
granel, generan frenos, desvíos y extravíos costosos, peligrosos y suicidas.
Una y otra vez el acento en el discurso de Walter Martínez tuvo referencias en
las fuentes de información militar pero fue escrupuloso en esclarecer la
importancia excluyente la amalgama cívico-militar, de la movilización popular y
su carácter revolucionario inspirado por las ideas y la práctica de Hugo Chávez
y su apuesta por el socialismo.
En ese discurso no hubo
tiempo suficiente para profundizar, eso lo advirtió el propio Walter desde el
principio y su advertencia no fue un simple gesto de cortesía, por el
contrario, fue una ventana al realmente enorme problema y un alerta pertinaz
para entender la dimensión exacta de una guerra super-dinámica que se
nos va de las manos, se nos va de la vista se nos va y nos inunda incluso
cuando nos “entretenemos” con la “tele”. Y más allá de las limitaciones del
tiempo y de propio formato de la exposición, quedó bien claro que es urgente
asumir esa guerra mediática como una prioridad de investigación y como urgencia
de acción en momentos en que se llenan los imaginarios con el terrorismo
mediático basado, por ejemplo, en convencernos de que la década ganada llegó a
su “fin de ciclo”. Que la revolución no es permanente.
Aunque parezca increíble,
a pesar de las miles de evidencias y consecuencias que la guerra mediática ha
tatuado en nuestra historia reciente, todavía no es materia obligatoria ni
agenda prioritaria en los centros de enseñanza ni en los frentes de lucha.
Exculpemos a las excepciones. Todavía es necesario tocar miles de puertas y no
pocas veces soportar algunos gestos de fastidio por insistir en la obligación
de tomar en serio todo plan de ataque mediático para saquearnos y explotarnos
mientras nos convencen de que lo “hacen por nuestro bien” y de que debemos
estar agradecidos cuando nos humillan y cuando nos ahogan con mentiras,
ignorancia e ideología chatarra. Historia, por cierto, nada nueva.
No entender la
importancia de la guerra mediática, no comprender su extensión y duración, sus
escenarios visibles e invisibles, sus bases materiales y sus bases subjetivas,
sus escuelas, sus tradiciones teóricas, sus bibliotecas y sus centros de
investigación… es tan irresponsable y tan suicida que no nos quedará margen de
lamento ni tiempo para lloriquear las consecuencias que imaginamos y las que
no. Eso lo sabe Walter Martínez y por eso insiste, como se debe, en hacer de su
insistencia militancia y persistencia que, con su estilo y con su historia,
abre oídos donde otros no pueden.
No entender la
importancia de la guerra mediática, no combatirla y no derrotarla, pone en
evidencia un flanco débil, un descuido, una banalización o una falta de
conciencia que no podemos permitirnos más tiempo. No nos ha servido la
improvisación, no nos ha servido el voluntarismo, no nos ha servido el
auto-halago, no nos ha servido el empirismo… ya nos han derrotado
incesantemente. Los pueblos cuentan con fuerzas inmensas para ganar la guerra
mediática, hay muchas experiencias y muchas ansias sólo nos falta derrotar la
des-organización y la crisis de dirección. Es verdad “estamos a tiempo” y por
eso no hay tiempo que perder.
Nota
[1] 27 de junio 2016
Salón Ayacucho Palacio de Miraflores, Venezuela.
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