Los sectores democráticos, progresistas, de
izquierda, son sensibles a las demandas populares y a los movimientos sociales.
Pero el problema central entre dichas agrupaciones es que, desde hace décadas,
varios de sus líderes han tratado de convertirlos en una especie de partidos,
utilizándolos incluso como trampolín para la promoción política personal.
Juan J. Paz y Miño Cepeda / El
Telégrafo
En consecuencia, nada raro ha sido que entre
esos líderes haya quienes han fluctuado entre la derecha y la izquierda; y que
las bases no sigan necesariamente a lo que el “movimiento” aspira
electoralmente, como se comprobó en febrero de 2013, cuando la “Unidad
Plurinacional de las Izquierdas”, que convocó a 10 partidos y movimientos
sociales (izquierda tradicional, dirigencias de las organizaciones indígenas,
de trabajadores, estudiantes, maestros y otros), apenas obtuvo el 3.26% de la
votación presidencial y solo 5 de los 137 escaños a la Asamblea Nacional.
Los mismos movimientos y los partidos de la
izquierda tradicional se preparan para las elecciones de febrero de 2017. Un
dirigente indígena reconoce que en su movimiento hay cinco precandidatos
presidenciales; y que, además, entre los indígenas hay tres colectivos: uno
“correísta”, otro que se inclina a la “derecha” y otro identificado con la
“izquierda” (http://goo.gl/viFnWx). Algo parecido ocurre entre los
trabajadores: dirigentes del FUT se unieron en la Cámara de Comercio de Quito
para denunciar al gobierno ante la OIT (http://goo.gl/TEuGyc) y uno de sus
dirigentes ya aparece como precandidato presidencial.
Mientras en las bases siempre habrá opciones
electorales múltiples, los dirigentes de los principales movimientos sociales
tienen un común denominador: el anti correísmo. Es lo mismo que identifica al
Acuerdo Nacional por el Cambio (ANC), una coalición de viejos partidos
marxistas, políticos de “centro-izquierda” y dirigentes de movimientos
sociales, que pretenden representar a las “auténticas” izquierdas.
Por la experiencia histórica y la trayectoria
personal allí inscrita, ninguno de los precandidatos presidenciales de los
movimientos sociales tiene opciones de triunfo presidencial. Lo mismo ocurre en
el ANC, que, sin embargo, en el espectro de la izquierda política, quiere
ofrecer una alternativa al “correísmo” representado por Alianza País (AP), una
fuerza que reivindica la representación de la nueva izquierda.
Para asegurar su presencia política, el ANC
se interesa por ganar espacios en la Asamblea Nacional; y, como lo ha señalado
un tradicional dirigente socialista, es aquí donde no se descarta realizar
acuerdos con la derecha (TAtv-eayala-soc), para al menos desmontar algunas
leyes “correístas”, como la de comunicación, de educación superior, de tierras,
de aguas, sin dejar de intentar una nueva Asamblea Constituyente.
Así pues, la unidad de las izquierdas
representadas por el ANC tiene la oportunidad de oro en 2017 para ofrecer al
país la alternativa histórica que derrote a AP y, sobre todo, frente a la
derecha política (CREO y Unidad), que buscará reedificar su poder sobre la base
de apartar a cualquier izquierda.
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