Son muchos los desafíos que enfrenta el proceso de
transición por el atraviesa Panamá. Ellos incluyen desde la persistencia en
determinados sectores sociales de una mentalidad colonial que niega al país
capacidad para encarar en sus propios términos sus propios problemas, hasta una
crisis de las viejas formas de identidad nacional generadas por el transitivo.
Guillermo
Castro H. / Especial para Con Nuestra América
Desde Ciudad Panamá
“Sólo
se han de contar en un pueblo los días que nacen de
aquel en que se sacudió de la frente la corona extraña”.
José
Martí[1]
Hace apenas quince años culminó en Panamá el proceso de
sacudirnos de la frente la corona extraña de que habla Martí, con la salida del
último contingente militar extranjero de nuestro territorio, tal como había
sido pactado en el Tratado Torrijos – Carter de 1979. El cumplimiento de aquel
acuerdo internacional, sin embargo, se vio alterado por el desacuerdo interior
entre quienes propugnaban profundizar el proceso de liberación nacional que
liderizara hasta su muerte temprana el General Omar Torrijos, otros que
buscaron convertir ese proceso en mero instrumento de intereses espurios, y
otros más que sólo podían concebirse a sí mismos y al país en el paso de una
situación semicolonial a otra de carácter neocolonial. Con ello, la tarea de
asumir en su plenitud las responsabilidades del ejercicio pleno de la soberanía
nacional por primera vez en nuestra historia pasó a convertirse en un difícil
proceso de aprendizaje y nueva construcción de la nación que había venido a ser
soberana.
En ese proceso de aprendizaje, han abundado y abundan
los que quisieran evadir su dificultad por vía de la imitación: Panamá, dicen,
debe aspirar a ser como Singapur. Con ello, rememoran sin saberlo el viejo
sueño de quienes hacia 1903 proponían establecer la nueva República en el
corredor interoceánico, y dejar a su suerte el resto del país, y olvidan la
pequeña potencia que Panamá llegó a ser años atrás en servicios como la
creación de empresas de ultramar, o el abanderamiento de naves, donde solo Liberia
– recordemos - compite con nosotros.
La soberanía, por otra parte, ha demostrado ya su papel
decisivo para el desarrollo del país y la definición de sus opciones de futuro.
Librada a sí misma – o, mejor, al meneo de la cuna por la mano invisible de quienes
controlan el mercado -, ingresamos a un ciclo de crecimiento económico
sostenido con inequidad social persistente, degradación ambiental creciente, y
deterioro institucional constante, que se traduce en un Estado cada vez más
débil con un Gobierno cada vez más fuerte. Todo esto hace evidente la necesidad
ya impostergable entendernos en lo que hemos devenido, y comprendernos en lo
que podemos llegar a ser.
En esto, conviene empezar por entender mejor nuestro
lugar en el mundo. Debería llamarnos la atención, aquí, que Panamá sea el único
país que nunca se ha visto definido en el mercado mundial, ni en las Américas,
por los bienes que exporta. Desde el siglo XVI, en cambio, nos definen los
servicios que ofrecemos para el tránsito interoceánico de lo que otros exportan
e importan.
Esa actividad de tránsito no se inició entonces, sin
embargo. Desde mucho antes de la llegada de los europeos, el territorio del
Istmo había sido organizado por sus primeros pobladores en un conjunto de
corredores interoceánicos a lo largo de las cuencas de los principales ríos que
fluyen desde la Cordillera central hacia el Pacífico y el Atlántico. Esos
corredores no sólo les permitían aprovechar los recursos de ecosistemas muy
diversos: además, facilitaban el intercambio de bienes entre las sociedades del
Atlántico mesoamericano y las del litoral norte del Pacífico sudamericano.
La incorporación del Istmo al proceso de formación del
mercado mundial dio lugar a una reorganización radicalmente distinta de esa
actividad de tránsito. El resultado de ello fue lo que el historiador Alfredo
Castillero Calvo denominó un modelo de desarrollo transitista, definido por la
extrema centralización de sus actividades, y la extrema concentración de sus
beneficios. Así, ese modelo centraliza toda la actividad del tránsito por una
sola ruta –la definida por las cuencas de los ríos Chagres, en el Atlántico, y
Grande, en el Pacífico, donde hoy sirve de vía de acceso al Canal -, bajo
control monopólico estatal, sea de la Corona española, del Estado norteamericano,
o del panameño. De igual modo, concentra los beneficios del tránsito en los
sectores sociales que controlan el Estado, y el conjunto de los recursos del
Istmo – demográficos, ambientales, financieros - en torno a las necesidades del
tránsito, y subordinados a esas necesidades.
El resultado inevitable de esta modalidad de
organización del tránsito ha sido el desarrollo desigual y combinado del
conjunto del territorio del Istmo desde el siglo XVI hasta nuestros días, en
todos los planos de la vida de sus habitantes. El Corredor interoceánico del
Chagres concentra hoy lo fundamental de la actividad económica, y de la
inversión pública y privada, y a la mayor parte de la población del país. En el
plano ambiental, esto genera una huella ecológica devastadora sobre el conjunto
del territorio nacional, como en el plano cultural genera una identidad en la
que las regiones interiores desempeñan una función apenas decorativa, y en el
político estimula modalidades de pensamiento y conducta que tienden a aceptar
pasivamente la extrema centralización del poder en la minoría social que
controla el Estado que a su vez controla el Canal.
Una transición en curso
La incorporación del Canal a la economía interna del
país a partir de la ejecución del Tratado Torrijos – Carter de 1977 no ha
afectado hasta ahora las bases materiales y culturales que dan sustento al
transitismo, en buena medida porque no vino acompañada de un plan de desarrollo
para la transformación del país. Aun así, esa incorporación ha tenido, tiene y
tendrá una importancia decisiva en la historia inmediata de Panamá, en la
medida en que ha abierto paso a un proceso de transición hacia formas nuevas y
más complejas de desarrollo cuyas tendencias ganan cada día en importancia como
factores de renovación y contradicción en la vida del país.
En primer término, esa transición ha acelerado y
ampliado el desarrollo del capitalismo en todo el territorio nacional, dentro
de las limitaciones impuestas por el transitismo y en creciente contradicción
con ellas. Ese desarrollo, en efecto, ha operado mediante una acelerada
transnacionalización de la economía panameña, visible en la inversión masiva de
capitales provenientes de Colombia, México, España, Inglaterra y los Estados
Unidos, que ha tenido un severo impacto sobre el sector empresarial nacional
productivo previamente existente. Esto se expresa, por ejemplo, en el hecho de
que si bien la economía en su conjunto tiende a crecer a partir del dinamismo
del sector servicios, cuya actividad se concentra en el Corredor Interoceánico,
las exportaciones generadas por los sectores productivos agropecuario e
industrial tienden a decrecer.
En segundo lugar, el país se ha visto lanzado al
mercado global sin estar preparado para ello. Panamá, por ejemplo, no cuenta aún
con un centro de estudios asiáticos, aunque la República Popular China sea ya
el segundo cliente en importancia del Canal de Panamá y la República de China
ocupe un importante lugar en el flujo de inversiones extrajeras al país. A esto
cabe agregar que el país carece de las capacidades necesarias para atender las
demandas de nuevo tipo que estas transformaciones demandan en materia de
capital humano, tecnología y gestión pública. Y aún cabe agregar que este
ingreso a la economía global ha sido encarado mediante una estrategia de
concentración de sus beneficios en el Corredor Interoceánico, antes que
mediante un esfuerzo de ampliación de las oportunidades que ofrece la
globalización al conjunto del país.
Lo anterior permite añadir un tercer rasgo al proceso
en curso. En las condiciones descritas, ese proceso agudiza las contradicciones
no resueltas del viejo modelo transitista al tiempo que genera contradicciones
de nuevo tipo para el desarrollo del país en su conjunto. Esto se ha expresado,
y sigue haciéndolo, en un proceso combinado de crecimiento económico sostenido
con inequidad social persistente y degradación ambiental creciente. En el plano
político, a su vez, lo anterior se expresa en la tendencia al desarrollo de un
Estado nacional cada vez más débil en su capacidad de expresar y atender el
interés general de la sociedad, y un Gobierno cada vez más fuerte en lo que
hace al servicio de las necesidades del modelo transitista en cuestión.
La manera más adecuada de encarar esta compleja
situación consiste en asumirla como una transición de mediano plazo entre el
país que fuimos y el que podemos llegar a ser. Esa transición se inicia con la
desaparición de la Zona del Canal en 1979; se degrada con la dictadura
bonapartista de 1984 – 1989; se ve reducida a reducida a la captura de los
beneficios del tránsito por quienes pasan a controlar el Estado tras la
intervención militar extranjera de diciembre de 1989, y tiende nuevamente a
degradarse a partir de la segunda década del siglo XXI en la medida en que crea
nuevos conflictos sin resolver viejas contradicciones.
Al propio tiempo, esa transición sigue actuando en
nuestra sociedad como un proceso histórico de gran dinamismo, cuyas
consecuencias pueden llegar a ser del todo imprevisibles si nuestra sociedad no
asume su control y orientación. Ella nos plantea, así, la mayor y más compleja
tarea pendiente de Panamá en el siglo XXI. Nuestra capacidad para plantear y
encarar esa tarea definirá si llegamos a mediados de siglo con un Estado
fallido, organizado para subordinar el país a las necesidades del Corredor
Interoceánico, o con una República organizada en torno a las necesidades que
plantea el desarrollo sostenible de una sociedad próspera, equitativa y capaz
de servir al mundo Pro Domo Beneficio.
Nuevas oportunidades
En su desarrollo, el proceso de transición que vive la
sociedad panameña ha creado ya nuevas oportunidades y ventajas competitivas,
que coexisten con otras, más antiguas, que tienden a convertirse en un lastre
para el incremento del conjunto. Apreciar ese conjunto, por otra parte,
requiere de una perspectiva que la cultura transitista no puede ofrecer, que
vincule entre sí las transformaciones en curso en el país como un todo, de un
modo que permita identificar el potencial de innovación e integración que
emerge en el proceso de transición.
Así, por ejemplo, el viejo sector de servicios
existente antes de 1979 se ha transformado ahora en una verdadera Plataforma
de Servicios Globales cuyos componentes más modernos interactúan de manera
sinérgica entre sí, al tiempo que otros más tradicionales tienden a ubicarse en
una posición marginal y aun a entrar en contradicción con el conjunto. Esa
Plataforma incluye hoy, entre otros componentes:
- Un complejo
de transporte multimodal (marítimo, aéreo, ferroviario), conformado entre
1850 – 2016, que alcanza su mayor nivel de complejidad con la ampliación del
Canal de Panamá.
- Una Zona de
libre comercio, establecida en 1948 en Colón – cuando la forma fundamental
de organización de la economía internacional consistía en mercados nacionales
estrechamente regulados por sus respectivos Estados -, que encara crecientes
dificultades para encontrar un nuevo nicho en una economía organizada en
torno al libre comercio entre corporaciones transnacionales.
- Un Centro
Financiero Internacional, establecido a partir de 1970, que incorporó
actividades previamente existentes como el registro de empresas de ultramar,
que hoy desempeñan un papel relativamente marginal y parasitario en el conjunto
mayor del sector de servicios de la nueva economía en formación en Panamá.
- Un Centro
de Apoyo a la Gestión del Conocimiento, en operación en Clayton desde el
año 2000 con el nombre de Ciudad del Saber, que desempeña un papel de creciente
importancia en el desarrollo de servicios innovadores en tecnología de la
información – la cual a su vez constituye la columna vertebral de la economía
global -, así como en la promoción de servicios ambientales, la investigación
en biomedicina y biotecnología, la formación de capacidades de emprendimiento,
y el fomento de la cooperación internacional en materia de Investigación –
Desarrollo – Innovación con Panamá.
- Un Centro
Regional para América Latina de la Organización de las Naciones Unidas, en
desarrollo desde 2002, ubicado en la Ciudad del Saber.
- Un Centro
de Servicios Logísticos en operación en la antigua base aérea de Howard
desde 2004, con el nombre de Panamá – Pacífico.
- Un Centro
Regional de Sedes de Corporaciones Transnacionales, en operación desde
2007.
- Múltiples
corredores interoceánicos
A ese desarrollo innovador de viejas y nuevas
ventajas competitivas asociadas a la oferta de servicios al comercio global, la
transición en curso en Panamá agrega, hoy, la oportunidad de fomentar otras
ventajas que la cultura transitista no está en capacidad de identificar y
aprovechar. Se trata, aquí, de la posibilidad de poner en verdadero valor la
extraordinaria abundancia de agua y biodiversidad que caracteriza a los
ecosistemas del Istmo, que hasta ahora ha sido objeto de un aprovechamiento
extensivo, extractivo y destructivo, que puede y debe pasar a ser intensivo y
sostenible a partir de la creación y desarrollo de un verdadero mercado de
servicios ambientales en Panamá.
Un mercado así no ve en el agua un mero insumo para
otras actividades, a libre disposición de todo el que tenga los medios para
extraerla. La ve, en cambio, como un elemento natural valioso en sí mismo, que
puede y debe ser transformado en un recurso adecuado para actividades muy
diversas – desde el tránsito de buques, hasta la generación de energía, el
riego agrícola y el consumo humano – gestionando de manera innovadora su oferta
natural, y ordenando su demanda económica y social. En otros términos, la producción
de agua – como elemento y como recurso natural, es una oportunidad apenas
explorada en Panamá, sobre todo en áreas puntuales como la Cuenca del Canal y
la de la hidroeléctrica de Fortuna.
En estrecha relación con la producción y
aprovechamiento intensivo del agua, la abundante biodiversidad de los ecosistemas
del Istmo constituye otra fuente de oportunidades para el desarrollo sostenible
de Panamá. En relación a esta ventaja comparativa afloran oportunidades en
campos como la bioprospección, la innovación biotecnológica, el ecoturismo y la
agroecología, a partir de la gestión de ecosistemas tanto por Organizaciones de
Base Comunitaria como de empresas cooperativas y de otros tipos, en la
perspectiva de una economía circular. A esto cabría agregar, además, el
aprovechamiento de las ventajas que ofrecen ecosistemas como los bosques de
manglar para la captura de carbono y el fomento de la vida marina, y las que
ofrecen otras regiones del país para la producción de energía solar, eólica y
geotérmica.
Estas ventajas comparativas, como es natural, requieren
de formas nuevas de organización productiva y social para poder ser
transformadas en ventajas competitivas. Al respecto, cabe señalar que el
proceso de transición en curso ya incluye iniciativas en este sentido. Una de
ellas, por ejemplo, la ofrece el nuevo Centro de Competitividad de la Región
Occidental de Panamá, que vincula entre sí a organizaciones empresariales,
sociales y académicas de las provincias de Chiriquí y Bocas del Toro, y de la
Comarca Ngöbe – Buglé. El Centro, con el respaldo de entidades como la
Corporación Andina de Fomento y el Instituto Interamericano de Cooperación en
la Agricultura promueve y apoya un esfuerzo concertado para abrir paso a un
desarrollo integrado, inclusivo y sostenible, a partir de una estrategia común
bien fundamentada en un análisis del enorme potencial de la región para ampliar
la inserción del país en la economía global.
A este mismo plano de innovación social se vincula el
creciente interés de los sectores profesionales e intelectuales del país en la
identificación de nuevas alternativas para un desarrollo mucho más y mejor
integrado de Panamá. Ese interés ha tenido un foco de importancia cada vez
mayor en la Asociación Panameña de Ejecutivos de Empresa. El mismo proceso se
expresa, también, en el interés de otros grupos de profesionales de capas
medias en contribuir a la renovación del sistema nacional de educación
superior, vinculándolo de manera realmente efectiva a la mejor comprensión de
los problemas, y al diseño de soluciones innovadoras para los mismos.
Nuevos desafíos
Son muchos los desafíos que enfrenta el proceso de
transición por el atraviesa Panamá. Ellos incluyen desde la persistencia en
determinados sectores sociales de una mentalidad colonial que niega al país
capacidad para encarar en sus propios términos sus propios problemas, hasta una
crisis de las viejas formas de identidad nacional generadas por el transitismo,
que se desgastan con rapidez en su contacto con las culturas emergentes en el
proceso de inserción del país en la economía global sin llegar – aún – a la
creación de formas alternativas que expresen a la sociedad que emerge de ese
proceso.
Otros problemas emergen de factores de una profundidad
histórica aún mayor. Uno de ellos, por ejemplo, se expresa en la creciente
contradicción entre la organización natural del territorio y la organización
territorial de la economía y el Estado creada por el transitismo a partir del
siglo XVI. Esa organización territorial, concebida para subsidiar al Corredor
Interoceánico, redujo al litoral Atlántico y el Darién a la categoría de
fronteras interiores que sólo empezaron a ser ocupadas a fines de la década de
1960. Ese proceso alcanza en la transición nuevas y más dramáticas
repercusiones con la creación de nuevas vías de comunicación interoceánica en
Chiriquí, Veraguas, Coclé, Panamá y Darién, la construcción de un nuevo puente
sobre el Canal en el Atlántico, y la de una carretera que comunique el Corredor
Interoceánico con el Atlántico mesoamericano.
En el marco del modelo transitista de desarrollo esos
cambios no buscan transformar la organización territorial del país, sino
reforzar su relación de dependencia y subsidio con respecto al Corredor
Interoceánico. No es de extrañar, en este sentido, que se renueven y se tornen
más complejas las tradicionales contradicciones entre la región central, que
concentra la inversión y los beneficios del crecimiento económico, y otras
regiones que ven limitadas sus posibilidades de ampliar su participación en
esos beneficios.
Todo esto ha derivado de momento en una situación de
crisis de liderazgo en la conducción del país. Los sectores que
tradicionalmente han usufructuado los beneficios del transitismo ven erosionada
su autoridad política en una sociedad cada vez más diversa y compleja: aquellos
otros que han visto limitada su participación en esos beneficios ofrecen una
creciente resistencia a todo cambio institucional que no apunte a modificar ese
orden de cosas tradicional. Todo ello se alimenta una creciente situación de
anomia política, que va erosionando de manera constante la legitimidad del
orden establecido.
Conocernos, ejercernos
El país ha llegado así a un momento de su historia en
la que el transitismo conspira contra el tránsito. La operación eficiente y
sostenida del Canal y de la Plataforma de Servicios Globales asociada al mismo
dependerá cada vez más del desarrollo sostenible del país en su conjunto. Y ese
desarrollo, a diferencia del transitista, demanda todo el potencial de la
posición geográfica y de las capacidades de nuestra población.
La transición inaugurada en 1979 ha llegado, así, a un
punto en el que la transformación económica del país requiere la transformación
institucional que abra paso a la transformación social. Esto, a su vez, demanda
un proyecto nacional de desarrollo integral, inclusivo y sostenible que oriente
ese proceso de transformación, de modo que desemboque en un Estado nuevo para
crear un país renovado.
Tal es, en su síntesis más apretada, el desafío mayor
que enfrentamos los panameños en esta transición desde la semicolonia que
fuimos hacia la República plenamente soberana, equitativa y próspera que
podemos llegar a ser. No en balde se ha dicho que la solución de todo gran
problema estratégico genera siempre problemas nuevos y más complejos. Los que
tenemos hoy se derivan de los que fuimos capaces de encarar y resolver ayer
apenas, cuando lanzamos de nuestra frente la corona extraña y entramos,
finalmente, a la tarea de conocernos y ejercernos para llegar a ser la nación
que merecemos ser.
Panamá, junio
de 2016.
NOTA:
[1] Discurso pronunciado en la velada de la Sociedad
Literaria Hispanoamericana en Honor de Venezuela, en 1882. Obras Completas.
Editorial de Ciencias Sociales. La Habana, 1975: VII, 290.
No hay comentarios:
Publicar un comentario