Lograr que se firmaran los acuerdos del cese al fuego es un golpe duro
contra los intereses del uribismo, de Washington y de las fuerzas de derecha
colombiana en la región. Todo este tiempo se habían pasado petardeando los
diálogos, y ahora, no les quedó otra opción que sumarse a encender las candelas
de la paz (que crean y apuesten por eso es otra cosa).
Ángel Bravo / Especial para Con
Nuestra América
La firma del acuerdo de cese al fuego entre el Gobierno de Colombia y
la guerrilla de las FARC-EP en La Habana el pasado 23 de junio, es un hecho que
no puede pasar inadvertido para quienes apuestan a sociedades democráticas
donde se respeten los derechos humanos. Este es el resultado de un largo
proceso de negociación entre ambas partes, que contó con la participación de
los Gobiernos de Cuba, Venezuela, Chile y Noruega, como garantes de la Mesa de
Conversaciones.
Ambas partes han mostrado voluntad por iniciar un nuevo camino -largo
y complejo- que asegure un final donde la violencia no sea el camino para
lograr una sociedad más humana. Juan Manuel Santos presidente de Colombia es
quien más ha querido capitalizar políticamente estos acuerdos. Si bien su
gobierno no actuó igual al de Álvaro Uribe con respecto a la disposición de
sentarse a conversar con la guerrilla, también es cierto que en muchas
ocasiones se prestó para tensionar el diálogo. ¿Cómo olvidar que en junio de
2013 él determinó mediante acuerdo que Colombia sea aliado extracontinental de
la OTAN? Así Juan Manuel Santos le decía al mundo que él era el mejor aliado de
Washington, y que su afán era convertir a Colombia en el policía regional.
Estas pretensiones se iniciaron con Álvaro Uribe, quien una semana sí y la otra
también, solía lanzar provocaciones y calumnias contra la Revolución
Bolivariana encabezada entonces por Hugo Chávez.
Es conocida la guerra sucia que el expresidente Álvaro Uribe realizó,
usando el paramilitarismo. Hoy se sabe que buena parte de su entorno familiar
ha estado vinculado desde los años noventa a los paramilitares; por eso no debe
extrañar la detención de Santiago Uribe, hermano de Álvaro Uribe, el pasado mes
de febrero.
El primer enemigo de los diálogos de paz siempre fue Uribe. La guerra,
al igual que el narcotráfico fueron sus mejores aliados; y como peón leal a los
intereses imperialistas, usó el terror para tener atemorizado a Colombia y a
los países vecinos. Las guerrillas colombianas fueron el pretexto perfecto para
que el imperio estableciera sus bases militares en ese país y desde ahí
aumentara el control regional.
En tiempos en los que las fuerzas progresistas tanto en Argentina como
en Brasil viven sus propios reveses, la continuidad de la guerra en Colombia
hubiera sido un buen negocio para las oligarquías latinoamericanas, toda vez
que desde la perspectiva de la derecha se justifica la represión, las
desapariciones, el aumento de la pobreza, las asimetrías sociales y la
criminalización de la pobreza (los gobiernos de derecha siempre fueron duchos
en estas prácticas).
Lograr que se firmaran los acuerdos del cese al fuego es un golpe duro
contra los intereses del uribismo, de Washington y de las fuerzas de derecha
colombiana en la región. Todo este tiempo se habían pasado petardeando los
diálogos, y ahora, no les quedó otra opción que sumarse a encender las candelas
de la paz (que crean y apuesten por eso es otra cosa). Otro de los grandes
perdedores ha sido la prensa oligárquica de América Latina que siempre estuvo
de lado de las políticas de terror del uribismo. También han sido derrotados
Carlos Alberto Montaner, Álvaro Vargas Llosa, Andrés Oppenheimer y Mario Vargas
Llosa, que solían aparecer cada semana en CNN, publicitando y elogiando el
gobierno del “pacifista” Álvaro Uribe.
En la II Cumbre de la CELAC en La Habana en enero de 2014, América
Latina y el Caribe fueron declarados Zonas de Paz. Contrario al discurso
calumnioso de la prensa comercial que siempre le atribuyó la violencia a los
grupos de izquierda, fue en esa Cumbre, que los gobiernos progresistas
evidenciaron ser los mayores interesados por la paz en la región. Pero ese es
otro de los temas que la prensa comercial silencia. ¿Acaso es poca cosa que
haya sido la Revolución Cubana quien brindara todas las facilidades de
seguridad, logísticas y diplomáticas para estos diálogos de paz? ¿Cuántos otros
países estarían en capacidad de hacerlo? Para entender un poco más y mejor la
historia de este largo camino hacia la paz en Colombia debe tomarse en cuenta
el libro -abundantemente documentado-, escrito por Fidel Castro, La paz en Colombia.
Entre las muchas preguntas que quedan por responder, surge una muy
significativa: ¿alcanzarán los acuerdos del cese al fuego para que el canalla
Álvaro Uribe pague en la cárcel por todos los crimines cometidos?
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