La corrupción es una
bestia a la que todos los días hay que matar pues tiene el enorme y destructivo
poder de reproducirse aunque le corten la cabeza, y reducir a cenizas todo lo
honesto y moral que haya a su alrededor.
Luis Manuel Arce Isaac / Prensa Latina (Cuba)
Ese flagelo posee una
extraordinaria capacidad de metamorfosis y cambia el color de su piel, como el
camaleón, para camuflarse según el entorno donde se desarrolle sea este de baja
o alta calidad intelectual, moral o ética, público o privado.
Es un alienígena que
goza de un aparato de adaptabilidad y sobrevivencia perfecto y un portentoso
sistema de reproducción para establecer colonias hasta en aquellos lugares en
los que parece imposible medrar por la escasez, pobreza y penuria reinantes, o
estar más resguardados ideológicamente.
Su expansión es
erosionante como la metástasis del cáncer y puede acabar con dignatarios,
quebrar gobiernos, demoler estructuras políticas y sociales y hacer estragos en
proyectos y programas populares tan graves como los huracanes más feroces que
con tanta frecuencia azotan el Caribe.
La corrupción
política, al igual que las demás, se manifiesta de mil formas, entre las que
destacan el uso ilegítimo de información privilegiada, sobornos, tráfico de
influencias, extorsiones, fraudes, malversación, prevaricación, caciquismo,
cooptación, nepotismo, impunidad y despotismo.
Además, puede facilitar
hechos criminales como el narcotráfico, el lavado de dinero y la prostitución.
Sus efectos son tan
dañinos que avariciosos de poder la han usado engañosamente como arma política
contra líderes de limpia trayectoria, para sacarlos del poder, echando mano a
sus poderes mediáticos y financieros.
La corrupción
empresarial fomenta la informalidad y el mercado ilegal o bolsa negra, el
cohecho, el desfalco, el fraude comercial, la información privilegiada, la
trampa bursátil y muchas manifestaciones negativas más.
Entre la corrupción
política y la empresarial se mueve como pez en el agua el delito de cuello o
guante blanco, aquel que se comete sin mancharse las manos, sin intimidación,
amenazas, uso de la fuerza o armas, contra el patrimonio del Estado y de las
personas, por el mal uso y abuso del poder público para beneficio personal y
privado, y los privilegios otorgados por el cargo que se ocupa. Puede afectar a
presidentes, ministros, parlamentarios y hasta el último funcionario de
gobierno.
Las causas del
fenómeno son conocidas pero no combatidas como deben hacer el Estado y la
sociedad, y en muchas ocasiones se dejan sobrepasar y hasta justificar su
condición delictiva.
Entre las muchas
causas que tienen que ver con el individuo, se suelen citar ausencia de una
conciencia social, falta de educación o de una cultura del compromiso,
paradigmas distorsionados y negativos, personalidades antisociales y
megalomanía, percepción sesgada del grado de corrupción presente,
infravaloración de la posibilidad de ser descubierto.
Entre los elementos de
la corrupción que dependen de la sociedad, figuran la impunidad en la comisión
del delito, corporativismo partidista, modelos sociales que transmiten falta de
valores, excesivo poder discrecional del funcionario público, concentración de
poderes y de decisión en actividades del gobierno, discrecionalidad y escasez
de decisiones colegiadas.
Se le añaden el
soborno internacional, control económico o legal sobre medios de comunicación
que impiden se expongan a la luz pública casos de corrupción, salarios
demasiado bajos, falta de transparencia en la información concerniente a la
utilización de los fondos públicos y de los procesos de decisión, y poca
eficiencia de la administración pública, explica Transparencia.
Un botón de muestra de
la acción dañina de la corrupción: En Nigeria más de 400 mil millones de
dólares fueron robados del tesoro por los líderes nigerianos entre 1960 y 1999
mientras que investigadores de la Universidad de Massachusetts han estimado que
entre 1970 y 1996, la evasión de capitales de 30 países subsaharianos -corredor
del hambre- excedió los 187 mil millones de dólares, superando las deudas
externas de esas naciones.
La corrupción tiene
potencialidades de expandirse porque se ceba de debilidades humanas como la
avaricia, el egoísmo, la apariencia de prestigio, el egocentrismo y otros
antivalores del ser social.
Cuando se quiera hacer
referencia a un juicio crítico, muy severo pero justo y aleccionador, es
necesario leer de nuevo un discurso de Fidel Castro en el Aula Magna de la
Universidad de la Habana en el año 2005 en el que analiza la corrupción en Cuba
en aquel momento, y llega a advertir que el país puede autodestruirse a sí
mismo, la revolución puede autodestruirse.
Allí anunció que la
batalla contra la corrupción era de vida o muerte, de ¡Patria o Muerte!
A ese enemigo número
uno hay que matarlo todos los días, es una batalla permanente que no acepta
descanso y en la cual el fortalecimiento del tejido social-institucional es
clave.
Fidel decía en ese
discurso que en esa batalla no habrá tregua con nadie, cada cosa se llamará por
su nombre, y apelaremos al honor de cada sector. "De algo estamos seguros:
de que en cada ser humano hay una alta dosis de vergüenza. Cuando él se queda
consigo mismo, no es un juez severo, a pesar de que, a mi juicio, el primer
deber de un revolucionario es ser sumamente severo consigo mismo".
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