De la misma manera como
el ALADI se truncó, y el ALALC, antes, y el Pacto Andino y la Comunidad Andina
y el SIECA, y el Acuerdo de la Cuenca del Plata de 1941, ahora se trunca
UNASUR.
Oscar Ugarteche y Armando Negrete* / NODAL
La Unión de Naciones
Suramericanas (UNASUR) entró en funciones en agosto del 2008 a través del
Tratado Constitutivo de la Unión de Naciones Suramericanas, firmado por
Argentina, Bolivia, Brasil, Colombia, Chile, Ecuador, Guyana, Paraguay, Perú,
Surinam, Uruguay y Venezuela y fue ratificado con su firma en marzo del 2011.
La búsqueda de su
constitución fue motivada por la interferencia abierta de Estados Unidos en la
vida política de Bolivia tras tres años de acciones sistemáticas de
desestabilización incluyendo un intento de guerra interna, luego que Evo
Morales fuera electo presidente.
El presidente Morales
conversó con los presidentes Kirchner y Lula y acordaron que lo correcto era
organizar un espacio de discusión autónomo que fuera autónomo de la OEA. El
presidente Chávez estuvo de acuerdo con esto y se organizó la reunión de
Brasilia del 2008 donde se juntó por primera vez UNASUR. Esto era un espacio
análogo al Consejo de Europa para discutir temas de manera autónoma, sin
interferencias extra regionales. UNASUR puso en evidencia que había una
distancia entre América del Norte y Central que terminan en Panamá y América
del Sur. También evidenció que la interferencia en Sudamérica era inaceptable
mientras que la otra mitad del hemisferio estaban abiertamente subordinados y
era irremediable.
Apoyados en la
convergencia política y económica de los gobiernos progresistas de Lula en
Brasil, de Michelle Bachelet en Chile, Tabaré Vázquez en Uruguay, de Hugo
Chávez en Venezuela, de Evo Morales en Bolivia, de Rafael Correa en Ecuador y
de Cristina Fernández en Argentina, se conformó el bloque político más grande
en la historia del continente. Desde entonces, sobre un particular esquema de
integración definido como regionalismo abierto, a UNASUR le hubiera gustado
conformar el Mercado Común del Sur, juntando Mercosur (1991), con la Comunidad
Andina (1993) pero al final no se logró.
Se fortaleció, en cambio,
la autonomía de la región en materia de gestión de crisis política y
construcción de condiciones regionales para superar las limitaciones de
cooperación que impone la estructura de la Organización Estados Americanos
(OEA) y la influencia de EEUU en el continente. Se avanzó de manera importante
en la discusión sobre cooperación financiera regional y la promoción de fondos
regionales de desarrollo, con la fundación del Banco del Sur y el lanzamiento
en Quito en el 2007 de la arquitectura financiera regional.
UNASUR enfrentó cambios
en la convergencia de sus objetivos regionales con los giros políticos de los
gobiernos de Argentina (2015), Brasil (2016) y Chile (2017). Los desacuerdos y
división generados llegaron al punto en que el organismo operó, desde el 31 de
enero de 2017, sin Secretario General por falta de acuerdo; sin acuerdos en la
agenda; ni consenso sobre las reuniones de los órganos colectivos de decisión;
mientras que cada vez eran más repetidos los enfrentamientos políticos entre
las facciones de los gobiernos. El organismo cayó en una situación de parálisis
institucional que tornó su operación ineficiente, e irrelevante. En este marco
se creó el grupo de Lima en agosto del 2017 para enfrentar al gobierno de
Venezuela, por iniciativa del gobierno peruano, tomando los gobiernos
sudamericanos un papel a la inversa del de UNASUR.
Una semana después de la
VIII Cumbre de las Américas en Lima, y dos días después del nombramiento de la
presidencia pro tempore boliviana de UNASUR, el 20 de abril de 2018 presentaron
su baja temporal e indefinida de Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Paraguay y
Perú. Esta decisión fue anunciada bajo la consigna de la no reincorporación
hasta que “no se garantice el funcionamiento adecuado de la organización”.
Con esto, UNASUR se quedó
con seis miembros activos, menos de la mitad más uno, lo cual la dejó sin
fondos y sin poder de decisión, y la convirtió en un organismo únicamente
testimonial. Se truncó este esquema de integración política como antes se
truncaron todas las iniciativas planteadas desde que Bolívar primero, Diego
Portales y Juan Bautista Alberdi, pensaron esquemas de integración recién
obtenida la independencia de España.
La retirada de estos seis
países se vincula, por una parte, con los diversos mecanismos de presión del
gobierno estadounidense contra los esquemas de integración regionales en el
tiempo. Esta vez el pretexto fue la oposición a Nicolás Maduro, en Venezuela
vía el Grupo de Lima. Los seis miembros que suspendieron su participación son,
casualmente, los mismos que se unieron a EEUU en la campaña de condena a
Venezuela por violación de los derechos humanos y que pueden ser identificados
como las “repúblicas de los empresarios”.
Por otro parte, su salida
expresa la divergencia política que existe entre los gobiernos suramericanos.
Después de una década y media de gobiernos progresistas, con fortalecimiento de
mercado interno y promoción de la integración regional, con el regreso de las
repúblicas de los empresarios, se han fortalecido las políticas neoliberales de
desregulación económica, crecimiento liderado por exportaciones y
fortalecimiento de las políticas panamericanistas con EEUU. En la nueva visión
no hay disputa por la autonomía política sino que los países latinoamericanos
son vistos por el gobierno estadounidense como “un perro simpático que está
durmiendo en la alfombrita y no genera ningún problema”. (Kuczynski, Discurso
en la Universidad de Princeton. Febrero, 2017). Es una clara expresión de la
subordinación esperada y obtenida, en la relación amo/siervo.
De manera oficial, la
salida fue atribuida a la objeción al uso del consenso para la toma de
decisiones. El desacuerdo que mostraron Venezuela y Bolivia a la candidatura
argentina de Octavio Bordón, para la Secretaría General, fue percibida como un
veto político y juzgada como parte del entrampe ideológico en el que había
caído el organismo. Sin embargo, no ha sido casual la reaparición en escena de
la OEA como el organismos de choque y truncamiento del proyecto de integración
regional autónomo.
Desde su fundación,
UNASUR planteó conformarse como un bloque regional que permitiera autonomía
regional, especialmente comercial y financiera, frente a la subordinación y
dependencia a las instituciones multilaterales del Consenso de Washington. La
pérdida de un organismo regional como éste representa, no sólo un retroceso
político en términos de integración, sino el reforzamiento del patrón económico
neoliberal y dependiente del modelo primario exportador, en el marco de una
guerra comercial entre Oriente y Occidente. El vaciamiento de UNASUR abre la
puerta a la intervención legitimada, económica y política, de EEUU en
Suramérica, donde el tema estuvo en discusión.
De la misma manera como
el ALADI se truncó, y el ALALC, antes, y el Pacto Andino y la Comunidad Andina
y el SIECA, y el Acuerdo de la Cuenca del Plata de 1941, ahora se trunca
UNASUR. Queda claro que las elites sudamericanas se dividen entre las primario
exportadores y las industrialistas, las modernizantes y las tradicionales y que
estás últimas ahora están atadas al capital financiero internacional; con lo
que la subordinación al mercado financiero y al capital trasnacional es
rentable en términos financieros y políticos. Para esto la subordinación
política es indispensable.
De este modo, América
Latina está, otra vez, a merced de las disputas hegemónicas y los intereses
particulares en el continente, ahora encarnadas por el conflicto China, Rusia y
EEUU y sus capitales trasnacionales. La subordinación ideológica parece ser el
factor en común de todos los truncamientos en el tiempo.
(*) Oscar Ugarteche es investigador titular del Instituto de
Investigaciones Económicas de la UNAM, coordinador del Proyecto OBELA, miembro
del SNI/CONACYT. Integrante del Consejo de ALAI.
(*) Armando Negrete es integrante del proyecto OBELA.
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