El cuadrilátero
geopolítico, la nueva polarización y la preminencia de voceros internacionales
van a crear grandes dificultades para alcanzar los cambios que se necesitan y para
lograr mecanismos de entendimiento y de acuerdos entre los factores internos.
Esa es la historia de las intervenciones extranjeras.
Leopoldo
Puchi / www.efectococuyo.com
Cualquiera que abra un
periódico, mire la televisión o se informe por los medios digitales puede
observar que las imágenes correspondientes a las secciones de política nacional
están polarizadas entre los voceros del sector gubernamental y sus figuras
emblemáticas como Nicolás Maduro, Diosdado Cabello o Jorge Rodríguez, mientras
que del otro lado las imágenes, en numerosísimas ocasiones, corresponden a
voceros o líderes de otros países, que responden, argumentan o denuncian, como
Luis Almagro, Mauricio Macri o Marco Rubio. Un centimetraje inusitado, que ocupa
el espacio que normalmente debería estar destinado a los líderes locales.
Ahora bien, no se trata
de una manipulación de los medios, sino de un hecho que revela una realidad: el
eclipse del liderazgo de oposición interno. Por supuesto, hay una presencia en
los medios de dirigentes de la Mesa de la Unidad y del Frente Amplio, pero el
eje de la polarización se ha desplazado hacia un pulso de carácter
internacional, una suerte de cuadrilátero en el que en una de las esquinas se
encuentra el gobierno venezolano y en la otra sus adversarios extranjeros.
De modo que, de manera
inevitable, se ha configurado un nuevo escenario que enfrenta a un Estado,
Venezuela, con otros: Estados Unidos y sus países aliados. La polarización
internacional que ha situado a Venezuela en ese cuadrilátero no obedece a
asuntos internos, sino a intereses geopolíticos, en la medida en que Venezuela
se ha distanciado del dispositivo estratégico occidental.
La nueva polarización
tiene efectos paradójicos, ya que es innegable la supremacía de las fuerzas de
uno de los contrincantes, pero al mismo tiempo el duelo de una nación al hacer
frente a poderes mundiales le brinda una ventaja moral, por más que se le
puedan hacer cuestionamientos a su gobierno. La nueva polarización beneficia al
sector gubernamental, porque al resistir una intervención extranjera asume un
deber de gobierno consustancial a la existencia de una nación: la defensa de la
independencia del Estado nacional.
En la situación
venezolana, de aguda crisis económica y de gran malestar social, es natural que
cualquiera de sus ciudadanos sea crítico del Gobierno. Y, de hecho, una mayoría
lo es y, en muchos sectores, de forma acérrima. Pero también es natural que
cualquier venezolano se oponga a una intervención extranjera, no sólo porque
las medidas de bloqueo económico lo afectan al incrementar sus penurias, sino
también, y sobre todo, porque existe un sentimiento profundo que lo ata al
valor de la independencia nacional. Un valor que tiene vigencia en el mundo
actual y que es muy fuerte en países tan diversos como China, Suecia, Estados
Unidos o Argelia.
El cuadrilátero
geopolítico, la nueva polarización y la preminencia de voceros internacionales
van a crear grandes dificultades para alcanzar los cambios que se necesitan y para
lograr mecanismos de entendimiento y de acuerdos entre los factores internos.
Esa es la historia de las intervenciones extranjeras.
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