La humanidad está bajo varias
amenazas: la nuclear, la escasez de agua potable en vastas regiones del mundo,
el creciente calentamiento global, las dramáticas consecuencias de la
sobrecarga de los bienes y servicios naturales indispensables para la vida (the Earth Schoot Day).
A estas amenazas
se añade otra no menos peligrosa, ya señalada por varios analistas mundiales
como los premios Nobel Paul Krugman y Joseph Stiglizt. Recientemente un
economista ítalo-argentino, Robeto Savio, co-fundador y director general del
Inter Press Service (IPS), ahora emérito, escribió un artículo que nos debe
hacer pensar, con el título: Trump vino para quedarse y cambiar el
mundo (ALAI-América Latina en Movimiento de 20 de junio de
2018).
En él afirma que
Trump no es una causa del nuevo desorden mundial. Es más bien un síntoma. El
síntoma de tiempos en que los valores civilizatorios que daban cohesión a un
pueblo y a las relaciones internacionales, quedan simplemente anulados. Lo que
cuenta es el voluntarismo narcisista de un poderoso jefe de Estado, Trump, que
en el lugar de estos valores colocó, pura y simplemente, el dinero y los
negocios. Son éstos los que definitivamente cuentan. Lo demás son perfumerías
dispensables para el dominio del mundo.
El America
first debe ser interpretado como sólo América cuenta,
y sus propios intereses mundiales. En nombre de este propósito, ya preanunciado
en su campaña, Trump rompió tratados comerciales con viejos aliados europeos,
la Alianza del Transpacífico y abrió una arriesgada guerra comercial con su
mayor rival a China, imponiendo recargos de importación de productos que suman
miles de millones de dólares, además de cobrar tasas sobre el acero y otros
productos a otros países como Brasil.
Es propio de
figuras autoritarias y narcisistas hacer de menos a las legislaciones. Cuando
les conviene, pasan por encima de ellas, sin dar mayores razones. Para Trump
vale más la invención de «una verdad» que la verdad factual misma. Las fakenews son
un recurso presente en sus twitters. Según Fact Schecker, desde que asumió la
presidencia, ha dicho unas 3.000 mentiras. La verdad y la mentira valen para él
en la medida que respaldan sus intereses. Curiosamente, venció los principales
pleitos, y tiene la aprobación del 44% de la opinión pública, y del 82% de
aprobación del Partido Republicano.
No tolera
críticas, y se cercó si asesores súcubos que le dicen para todo «sí», bajo el
riesgo de ser, si no, despedidos sumariamente.
Si es reelegido
–lo que no es improbable–, el estilo de gobierno y la negación de toda ética
pueden tornarse irreversibles. No olvidemos que Hitler y Mussolini también
fueron elegidos y crearon sus mentiras, vendidas como «verdades» todo un
pueblo. Podemos estar frente a un mundo marcado por la xenofobia, por la
exclusión de miles y miles de inmigrantes y refugiados, por la afirmación
excesiva de los valores nacionales en desprecio de los valores de los
otros.
Tales actitudes,
transformadas en políticas oficiales, pueden ser fuente de graves conflictos,
cuyo «crecimiento» puede incluso amenazar a la especie humana. Cerca de 1300
psicoanalistas y psiquiatras norteamericanas denunciaron desvíos psicológicos
graves en la personalidad de Trump.
Cómo será el
destino de la humanidad, puesta en manos de un narcisista de este tipo, cuyo
paralelo sólo se encuentra en Nerón, que se divertía asistiendo al incendio de
Roma, con la diferencia de que ahora no se trata de un incendio cualquiera,
sino del incendio de la entera Casa Común. Como es imprevisible y a toda hora
puede cambiar de posición, nos preguntamos, entre asustados y aterrorizados,
cuáles serán sus próximos pasos.
Que Dios, que se
anunció como «el apasionado amante de la vida» (Sabiduría 11,24) nos libre de
las tragedias que pueden ocurrir, dada la irracionalidad de alguien que anuncia
«un solo mundo y un solo imperio» (el imperio norteamericano).
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