En el escenario actual, con su tiempo y su circunstancia, AMLO representa el cambio o giro posible para que la nación mexicana busque las alternativas de superación de la crisis y de regeneración del tejido social y la convivencia democrática.
Andrés Mora Ramírez / AUNA-Costa Rica
Andrés Manuel López Obrador |
México celebrará
elecciones federales el domingo 1 de julio, en unos comicios en los que, además
del cargo de presidente, estará en juego la renovación de los 128 escaños del
Senado y los 500 del Congreso. Como es habitual en países de profunda cultura
política presidencialista, como los latinoamericanos, el mayor interés se concentra
en la definición del candidato que asumirá el control del Poder Ejecutivo
durante el próximo sexenio.
A menos que pase algo extraordinario, lo que no podría
descartarse en un sistema político labrado a imagen y semejanza de los
intereses de la clase política y de los grupos de poder económico, y más aún
tomando en cuenta los antecedentes de las últimas dos elecciones (2006 y 2012),
todo parece indicar que esa responsabilidad recaerá finalmente en Andrés Manuel
López Obrador (AMLO): el candidato de la coalición Juntos haremos historia, que agrupa al Movimiento Regeneración
Nacional, al Partido del Trabajo y al Partido Encuentro Socialista, ha logrado
articular una variopinta alianza social y política –con no pocas
contradicciones- con la que se propone derrotar y sacar del Palacio
Presidencial de Los Pinos a “la mafia del poder y la corrupción”, como él mismo
la define.
Prácticamente todas las
encuestas divulgadas en el último mes ratifican el favoritismo del exgobernador
de Ciudad de México, incluso aquellas publicadas por poderosos e influyentes
medios de comunicación del establishment mexicano y global, para nada
sospechosos de populistas, que es la
nueva etiqueta que abandera las cacerías de brujas de la derecha. Forbes
México, por ejemplo, le da a AMLO un
apoyo del 50% en la intención de voto (19/06/2018), frente al 25% de
Ricardo Anaya y el 19% del oficialista José Antonio Meade; El País de España, aplicando su propio modelo electoral, le otorga
a AMLO un 92% de posibilidades de triunfo, con una intención de voto promedio
del 48%, muy por encima del 27,5% de Anaya y el 19,5% de Meade (03/06/2018). “Ahora mismo una
derrota de López Obrador sería más rara que ver fallar un penalti a Cristiano
Ronaldo”, dice el diario español.
Por su parte, la cadena
británica BBC profundiza en el análisis de las causas del ascenso de AMLO y
afirma que detrás de sus positivos números “hay una mezcla de nuevos electores,
profesionales liberales, campesinos, pequeños empresarios y universitarios.
Pero sobre todo hay muchos ciudadanos desilusionados y molestos con la
situación actual del país, que padece la crisis de violencia más grave desde
1926, cuando empezó la Guerra Cristera. Se trata de un fenómeno que no había
ocurrido en las anteriores dos contiendas presidenciales donde participó el
izquierdista” (01/06/2018).
No se trata sólo de la
violencia relacionada al crimen organizado, que ya de por sí representa uno de
los principales problemas que sufre la sociedad mexicana desde los tiempos de
la fallida guerra contra el narcotráfico
que lanzó el expresidente Felipe Calderón (2006-2012), sino que ahora se abre
una nueva dimensión de conflicto: la de la violencia político-electoral. Según
datos del Indicador de violencia política en México, elaborado por la
consultora Etellekt, desde el inicio del proceso electoral y hasta el día 12 de
junio han sido asesinados en todo el país 113 políticos, precandidatos y
candidatos a puestos de elección popular,
así como 50 familiares de actores políticos; además, 132 políticos se
encuentran bajo amenaza de muerte y se contabilizan 413 agresiones contra
políticos y candidatos. A estas cifras se suman las 49 agresiones a periodistas y
medios de comunicación registradas por la organización Reporteros Sin Fronteras.
Tal es el clima social
que recibirá el nuevo presidente como legado de las administraciones de los
últimos doce años, agravado por el problema persistente y estructural de la
pobreza, que afecta a 54,3 millones de personas, es decir, el 43,6% de la
población; también por el agotamiento del modelo de desarrollo impuesto a
partir de 1994 con la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte;
y por el complejo escenario de relaciones económicas y diplomáticas que tendrá
que encarar el futuro mandatario con el gobierno racista y xenófobo de los
Estados Unidos.
En el escenario actual,
con su tiempo y su circunstancia, AMLO representa el cambio o giro posible para
que la nación mexicana busque las alternativas de superación de la crisis y de
regeneración del tejido social y la convivencia democrática. Acaso entonces, el
México diverso y profundo podrá empezar a levantarse para recuperar su lugar
como baluarte de nuestra América. O como dijera José Martí, para recobrar “con
prisa loca y sublime, los siglos perdidos”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario