El domingo 3 de junio el Volcán de Fuego se transformó de
atracción turística en causa de una tragedia nacional. El número de muertos y
desaparecidos a consecuencia de la erupción extraordinaria de aquel momento
sigue incierto en este momento. Lo que sí resulta claro es que como siempre, el
desastre natural ha evidenciado las desigualdades e injusticia social y también
la imperdonable ineficiencia gubernamental.
Carlos Figueroa Ibarra / Especial para Con Nuestra América
Desde Puebla, México
Pude ver un mensaje de la Coordinadora Nacional para la Reducción de
Desastres de Guatemala (CONRED) en la que repetía la información difundida por
el Instituto Nacional de Sismología, Vulcanología, Metereología e Hidrología
(INSIVUMEH). Afirmaba que el Volcán de
Fuego había iniciado una segunda erupción en este año y que había lanzado
ceniza a 6 mil metros de altura y flujos piroclásticos en barrancas.
El mensaje
de INSIVUMEH recomendaba un estado de alerta desde las 6 de la mañana. Me ha
parecido hasta inverosímil advertir que el boletín de la CONRED emitido a las
10.55 y después borrado de las redes sociales,
por el contrario concluía casi cinco horas después que “por el momento
no era necesario realizar evacuaciones”. Hasta las 12 del día mantuvo la postura de
que era innecesario evacuar las faldas del volcán. No fue sino hasta las
14 horas que la CONRED consideró urgente la evacuación.
Llama la atención que huéspedes, visitantes y trabajadores del exclusivo Club de Golf La Reunión ubicado a
unos cuantos kilómetros del volcán haya sido evacuados aproximadamente a las 11.30 de la mañana con
lo que por fortuna no hubo ninguna pérdida humana. En cambio las aldeas en las
faldas del mismo, particularmente San Miguel Los Lotes y San José El
Rodeo, fueron azotadas furiosamente por
la marea de lava y ceniza con el resultado de un número indeterminado de
muertos, desaparecidos y cientos de heridos. Según el Secretario Ejecutivo de CONRED
la gente que vive en las faldas del volcán no debería vivir allí. Le faltó
agregar que viven allí porque la pobreza los ha ido arrinconando a residir en
esos lugares de riesgo como mucha otra gente que vive a orillas de ríos y barrancos y son los primeros
en morir como consecuencia de los desastres naturales. La ineficiencia
gubernamental dio otra muestra con el propio presidente Jimmy Morales, que
aseveró rotundamente que no había fondos para enfrentar la emergencia lo cual
resultó falso porque la Ley de Presupuesto contempla un protocolo para acceder
a fondos para enfrentar una emergencia nacional.
Y en medio de todo esto, una vez más podemos constatar con grata sorpresa
que la sociedad civil sabe hacerle frente a estas emergencias ante las falencias
estatales. Como sucedió con los terremotos en México en 1985 y en 2017, en esta
Guatemala herida por una erupción, ha sabido hacer frente a la calamidad dando
muestras de una enorme solidaridad. Algunos han dicho que esa actitud asertiva
debería mostrarse también para protestar contra los malos gobernantes, contra
unos diputados que una vez más dieron muestras de insensibilidad. Pero los
largos caminos comienzan con el primer paso
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